14 de julio de 2016. Centro de Interpretación del Cine en Asturias, Gijón. V.O.S.
Giulio Andreotti. El animal político por excelencia de la democracia cristiana. Siete veces primer ministro de Italia. Sospechoso de alianzas con la mafia. Y de asesinatos políticos que le habrían permitido perseverar en el ser.
Desde L'uomo in più, su opera prima que vimos en el festival de Valladolid, Paolo Sorrentino ha sentido siempre debilidad por los personajes maduros en masculino muy singular. En el ciclo que el CICA le dedica esta semana, además del rockero decrépito de Un lugar donde quedarse que vimos ayer, habrán pasado por aquí el escritor irónico y hedonista de La gran belleza, el director de orquesta y el director de cine que comparten las cuitas de la edad tardía en el balneario de La juventud, el hombre silente que espera en el vestíbulo de un hotel suizo en Las consecuencias del amor y este político maquiavélico y encorvado de Il divo. Personajes interpretados por actores tan extraordinarios como Michael Caine, Harvey Keitel, Sean Penn y, sobre todo, Toni Servillo, ese genio del gesto y de la voz que solo por La gran belleza ya merece estar en el olimpo de los más grandes del cine. En Il divo está tan magnífico que su interpretación de ese político taimado y jorobado sería igualmente memorable si el tal Giulio Andreotti hubiera sido solo un personaje de ficción. Así de grandes son Servillo y Sorrentino.