martes, 20 de septiembre de 2016

Sparrows

de Rúnar Rúnarsson. Islandia, 2015. 99.
20 de septiembre de 2016. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Ari tiene que dejar Reikiavik para irse a vivir con su padre al noroeste. Él no se ha ocupado del chico desde que se separó de su madre. Así que los únicos afectos que Ari tiene allí son el de su abuela y el de una amiga con la que jugaba de niño. Pero, cuando más la necesita, la abuela muere y, aunque le sigue queriendo, aquella chica ya tiene novio.

Un verano invernal para este ángel desdichado que se inicia en el sexo y el amor con dramática ternura. La contención del relato, la belleza de la música, la elegancia de los encuadres, la pertinencia de los espejos y la magnífica interpretación de Atli Oskar Fjalarsson justifican sobradamente la Concha de Oro en el festival de San Sebastián.  Sparrows es una nueva prueba del excelente nivel del último cine islandés (del que no es la única ni la mejor muestra la exitosa Rams de Grímur Hákonarson). La de Rúnar Rúnarsson es una historia contenida y hermosa en la que es imposible no sentir empatía por este adolescente callado de voz preciosa que sufre lo indecible en esta tierra de nadie que para nosotros es un paisaje bellamente desolado y para él un callejón sin salida en un momento crucial de su vida. Lo que se intuye sobre la separación de sus padres o los esbozos del carácter de la abuela ya darían para otras estupendas películas, lo que da idea de la gran calidad de esta. Y es que, en su tramo final, Rúnarsson consigue hacer cine sublime permitiendo que su personaje cierre esta historia (y abra otra en nuestra imaginación) con una de las mentiras más bellas, piadosas y delicadas que yo haya visto en una pantalla. Es una escena crucial y perfecta que, por lo demás, tiene una magnífica simetría con la agridulce iniciación sexual de Ari en la escena con la mujer madura. Cine mayúsculo el de esta historia islandesa con la que hoy se abre la programación de otoño en la Casa de la Cultura.