sábado, 10 de septiembre de 2016

Tarde para la ira

de Raúl Arévalo. España, 2016. 92.
10 de septiembre de 2016. Cines Parqueastur, Corvera.

Un hombre tímido ronda a una camarera en una cafetería. Ella espera a que su novio salga pronto de la cárcel. Cuando queda libre el tímido deja de serlo y lo busca para que le señale a los compinches de aquel atraco en el que mataron a su novia y dejaron malherido a su padre.

El primer plano secuencia desde el coche ya marca el tono de la película. Áspero, directo, radicalmente ibérico. Un magnífico thriller con el ritmo y la contención propias de un Clint Eastwood que hubiera ubicado una de sus historias de venganza en los espacios periféricos y desangelados que dejó ese Gran Trauma del que habla Sergio del Molino en La España vacía. Es la primera película de Raúl Arévalo, pero podría ser la enésima de un director con carácter y estilo propio. Tarde para la ira trata de un ajuste de cuentas aplazado que comienza como una historia de amor protagonizada por un personaje algo pánfilo (casi recuerda al que Antonio de la Torre bordó en la estupenda Caníbal de Manuel Martín Cuenca) que terminará convertido en un asesino justiciero (como aquel temible maestro jubilado que interpretó José Sacristán en la no menos sorprendente Magical Girl de Carlos Vermut). A pesar de la dureza de su historia, Raúl Arévalo tiene el buen gusto de medir su truculencia, de alejar la crudeza de sus imágenes de las maneras tarantinianas demostrando que lo mejor de Reservoir dogs no era la sangre en la que su director no ha dejado de regodearse desde entonces. Esa contención se hace evidente en escenas de tan magnífica tensión como la que protagoniza un Manolo Solo perfecto e irreconocible (qué estupendo actor es también aquí quien clavó al juez Ruz en B de David Ilundain con aquel Luis Barcenas en el papel de Pedro Casablanc -¿o era al revés?-). Y es que en Tarde de Ira todos están bien. Ruth Diaz, que tiene bien merecido el premio que acaban de darle en Venecia. Luis Callejo, que está magnífico en ese personaje cuyo carácter evoluciona de forma inversa al del protagonista. Y, por supuesto, Antonio de la Torre con una parsimonia explosiva (valga el oxímoron) que casi recuerda a la del mejor Matthew McConaughey (por ejemplo, el de Killer Joe de William Friedkin). Tarde de ira es cine rudo con maneras clásicas en escenarios de Móstoles y de algún pueblo de la España interior. Un excelente thriller en el que este buen actor y mejor director que es Raúl Arévalo saca todo el partido a una buena historia, a su gran habilidad para contarla y a esos estupendos actores que tenemos aquí.