miércoles, 18 de enero de 2017

Qué verde era mi valle

de John Ford. EE.UU., 1941. 118.
18 de enero de 2017. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Recuerdos de infancia del hijo menor de los Morgan, una familia arquetípica de un pueblo minero galés. Los accidentes en la mina, las palizas en la escuela, los prejuicios y conflictos entre los vecinos. Todo eso visto desde la perspectiva del benjamín de una familia tradicional en la que la rectitud del padre, el carácter de la madre y la lealtad de los hermanos son como cabe esperar en un entorno así.

Con la magnífica calidad de proyección propia de esta sala vemos una película que, a pesar de sus tres cuartos de siglo, tiene unas imágenes tan impecables que parece que hubieran sido filmadas ayer. Los hermosos encuadres del pueblo y la torre de la mina, las imágenes de las muchedumbres que entran o salen de ella y los gestos expresivos de las gentes en los momentos más dramáticos del relato recuerdan las formas propias del cine mudo de Eisenstein. Pero la película tiene un guión rotundo y clásico que, con esa evocación subjetiva, confirma la tesis que viene a defenderse al comienzo de la historia: que la única patria verdadera es la de la infancia.