sábado, 10 de septiembre de 2022

El acusado

de Yvan Attal. Francia, 2021. 138.
10 de septiembre de 2022. Cines Los Prados, Oviedo.

Alexandre estudia en Stanford y vuelve por unos días a París. Es el hijo de Jean Farel, un famoso periodista de la televisión francesa, y de Claire, una intelectual feminista. Cenando en casa de su madre conoce a Mila, la hija del hombre con el que ella vive ahora. Tras la cena les animan a ir juntos a la fiesta en la que Alexandre ha quedado con sus amigos. Al día siguiente Mila lo denuncia por violación. Dos años y medio después será el juicio.

Nada que ver con Una razón brillante. El acusado es una película muchísimo más matizada y sutil sobre un tema que ha despertado ásperas disputas sobre en qué consiste el consentimiento y cómo definir la violación. Yvan Attal intenta entrar a fondo en ello intentando que todos los enfoques queden a la vista y huyendo de pretensiones edificantes o maniqueas. Sin duda, es algo difícil porque en asuntos como este la equidistancia tampoco es aceptable. Además de las estupendas interpretaciones, hay dos aciertos muy notables en la película: el interés de todo lo que se dice en el juicio y que Yvan Attal haya decidido no mostrar lo que sucedió en la caseta, verdadera caja negra de esta historia. Sin embargo, aunque viene a sostener que la clave está en la inconmensurabilidad de las percepciones, también es cierto que la de Alexandre es la que abre la película y también es el suyo el testimonio final en el juicio. De hecho, su personaje tiene tan bien ganada la posición en el juego social (y sexual) que casi nos identificamos con la centralidad de esa familia potentada en cuyos márgenes aparece borrosa la de esa chica que quisiera alejarse del integrismo moral de su madre. Así que, siendo El acusado una película matizadísima y muy recomendable, sería aún mejor para el espectador si formara un díptico con Jauría, la magnífica obra de teatro de Miguel del Arco sobre el juicio a aquellos verracos sevillanos. Aunque también hay otro detalle muy interesante que no se nos debería escapar de la película de Attal: en Francia una pena de cinco años no implica el ingreso en prisión. Aquí se entra a partir de dos años aunque no se tenga antecedentes penales porque desde hace unos años parece que aumentar las penas es la solución a casi todo. Así que siendo España uno de los países menos violentos de Europa es también en uno de los que tiene un mayor porcentaje de población reclusa. La ignorancia y el sadismo reaccionario de los herederos de la picota también tienen bien ganada la posición en nuestro país.