sábado, 28 de septiembre de 2024

Turn me on

de Michael Tyburski. EE.UU., 2024. 99’.
28 de septiembre de 2024. Kursaal, 72º Festival de San Sebastián (Premio de la Juventud). V.O.S.

En un mundo feliz la gente trabaja, vive emparejada y toma cada día una pastilla que le garantiza la plenitud. Hasta que una muchacha deja de tomarla un día y empieza a saber muchas cosas. Por ejemplo, en qué consiste reír y disfrutar del deseo.

El joven jurado ha tenido el acierto de premiar esta historia distópica que se desarrolla en escenarios nada efectistas habitados por gentes que han decidido dos cosas: entregarse a la amnesia y aceptar que la mejor versión de si mismos está en la imperturbabilidad. Pero todo cambia cuando esa Eva del porvenir, sin probar ninguna manzana se acerca al árbol del bien y del mal y aprende a distinguirlos. Luego incitará a hacer lo mismo a su Adán y, con éxito relativo, también al resto de su cuadrilla. Es verdad que lo que nos propone Michael Tyburski tiene mucho parentesco con el mundo del que nos habla Yorgos Lanthimos en Langosta, pero en Turn me on, además de las resonancias bíblicas (o quizá del Paraíso perdido de Milton) encuentro vecindades en la actitud de estos salvajes renegados con los de El mundo feliz de Aldous Huxley. Y hasta con Platón porque, al fin y al cabo, estamos hablando de prisioneros emparejados en una caverna en la que se miran pantallas. Una de ellas llega a asomarse al exterior y luego regresa. Como en el Estado platónico, aquí también hay una jerarquía de clases que separa a los que viven plácidamente ignorantes mientras trabajan y consumen, de los guardianes de la estabilidad de ese mundo y los que lo diseñan. Los agoreros que anuncian el fin de la filosofía en las aulas ignoran el provecho que le sacan algunos cineastas y esos jóvenes cinéfilos (por ejemplo, los de este jurado) que saben buscar en las salas el antídoto a tanta dosis domesticadora que suministran las plataformas.  Así que bravo por Tyburski. Y bravo por el jurado joven.