29 de mayo de 2013. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.
Una inmigrante sin nombre llega a una playa europea. Perdida por Grecia, Francia y España coincidirá con el movimiento de los indignados.
Este documental comienza (casi) donde terminaba 14 kilómetros de Gerardo Olivares. Y (casi) termina con imágenes del 15M madrileño que podrían recordar a las de Libre te quiero de Basilio Martín Patino. Pero entre esas dos (buenas) películas españolas y esta (sonrojante) película francesa hay una distancia enorme. Las causas justas no merecen ser maltratadas en el cine. Indignados lo hace tanto con la inmigración ilegal como con los movimientos sociales que llevaron a las plazas europeas la exclamación de Stéphane Hessel. Pretende ser poética y acaba siendo patética, quiere ser realista y resulta a veces inverosímil, busca ser metafórica pero está llena de ingenuos subrayados. Nada que ver con la espléndida y sencilla mirada del salmantino sobre el 15M. Libre te quiero no tiene entrada aquí porque la he visto en casa en un DVD (comprado), pero la merecería mucho más que Indignados. Sobre el 15M (como sobre muchas otras cosas) suelo estar de acuerdo con las valoraciones que, de cuando en cuando, hace José Luis García Martín en su blog. Pero la mirada de Basilio Martín Patino sobre ese movimiento ha conseguido emocionarme otra vez. Ya han pasado más de tres décadas desde que sus Canciones para después de una guerra casi hicieron llorar en la antigua Casa de la Cultura al adolescente que fui. Aquellas imágenes y aquellas músicas me mostraron el significado de la memoria histórica mucho antes de que la expresión se hiciera común (y polémica). Con Libre te quiero ha conseguido que palabras y músicas tan queridas como las de Agustín García Calvo y Amancio Prada queden ahora asociadas en mi memoria con imágenes subyugantes de aquella revolución, hermosa pero inocua, que tuvo lugar en España en 2011 y que despreciaba la política porque lo fiaba todo a la ética y la estética.
Este documental comienza (casi) donde terminaba 14 kilómetros de Gerardo Olivares. Y (casi) termina con imágenes del 15M madrileño que podrían recordar a las de Libre te quiero de Basilio Martín Patino. Pero entre esas dos (buenas) películas españolas y esta (sonrojante) película francesa hay una distancia enorme. Las causas justas no merecen ser maltratadas en el cine. Indignados lo hace tanto con la inmigración ilegal como con los movimientos sociales que llevaron a las plazas europeas la exclamación de Stéphane Hessel. Pretende ser poética y acaba siendo patética, quiere ser realista y resulta a veces inverosímil, busca ser metafórica pero está llena de ingenuos subrayados. Nada que ver con la espléndida y sencilla mirada del salmantino sobre el 15M. Libre te quiero no tiene entrada aquí porque la he visto en casa en un DVD (comprado), pero la merecería mucho más que Indignados. Sobre el 15M (como sobre muchas otras cosas) suelo estar de acuerdo con las valoraciones que, de cuando en cuando, hace José Luis García Martín en su blog. Pero la mirada de Basilio Martín Patino sobre ese movimiento ha conseguido emocionarme otra vez. Ya han pasado más de tres décadas desde que sus Canciones para después de una guerra casi hicieron llorar en la antigua Casa de la Cultura al adolescente que fui. Aquellas imágenes y aquellas músicas me mostraron el significado de la memoria histórica mucho antes de que la expresión se hiciera común (y polémica). Con Libre te quiero ha conseguido que palabras y músicas tan queridas como las de Agustín García Calvo y Amancio Prada queden ahora asociadas en mi memoria con imágenes subyugantes de aquella revolución, hermosa pero inocua, que tuvo lugar en España en 2011 y que despreciaba la política porque lo fiaba todo a la ética y la estética.