24 de marzo de 2019. Centro Niemeyer, Avilés.
Unos paisanos preparan el estibado para la entrada a una vieja mina al lado de un antiguo cementerio protestante. Unas niñas ensayan las tonadas que interpretarán en una fiesta de su pueblo. Unos hombres ordenan y digitalizan fotografías de gentes que vivieron hace décadas. Y unos estudiosos de la minería neolítica suben a la montaña y bajan a grutas que fueron explotadas hace miles de años. Son los asturianos de hoy en los valles mineros de antaño.
Igual que en ReMine, la cámara de Marcos M. Merino sigue siendo transparente. Mimetizada en esos entornos asturianísimos consigue captar la intrahistoria de unas gentes en retirada a las que ya solo parece quedarles la memoria. La de esa mina abandonada cuya fachada restauran, la de esos mineros prehistóricos de los que solo quedan reliquias, la de esas tonadas que cantan menesteres pretéritos y la que reflejan esos rostros anónimos que nos miran desde unas fotografías en blanco y negro. El subtítulo entre paréntesis parece aludir a la gesta crepuscular que retrataba su anterior película y explicaría el tono que Marcos M. Merino ha querido darle a este documental de formas contenidísimas y exigentes pero de contenido muy relevante. Al manos para quienes tengan interés en conocer algo de lo que queda en Asturias de aquel pasado minero.