domingo, 12 de enero de 2025

Dahomey

de Mati Diop. Senegal, 2024. 67.
12 de enero de 2025. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Veintiséis piezas del Museo del Quai Branly (el de las artes y civilizaciones primitivas de África, Asia, Oceanía y América -también llamado Jacques Chirac-) salen de París rumbo a la República de Benín, lugar del reino de Dahomey del que, junto con otros centenares o miles de tesoros, fueron espoliados en 1892 por los franceses. Vemos la forma en que son embalados, la manera en que se reciben en Benín y también el debate entre los estudiantes de la universidad de Abomey-Calavi sobre el significado de ese regreso. Y también escuchamos la voz de una de las esculturas. La que lleva el número veintiséis.

El próximo año cumplirá veinte el último de los grandes museos parisinos. El que diseñó Jean Nouvel. Imagino que será un aniversario incómodo y, seguramente, no sería esa la temática de ese edificio se hubiera construido ahora. Dahomey es, en este sentido, un alegato descolonizador que, dando voz a uno de los objetos espoliados, reivindica la identidad y la memoria de los pueblos colonizados. Las imágenes son sobrias, con un acompañamiento sonoro notable y elegante. Pero formalmente el primer tramo recuerda a esas películas de museos empeñadas en destacar la pulcritud de la logística de los traslados de las obras de arte. La llegada al palacio presidencial y la instalación en las nuevas vitrinas dan que pensar sobre si el viaje de regreso a África no habrá terminado en el mismo tipo de entorno del que salieron esas obras. Por suerte, en el debate entre los jóvenes universitarios africanos (lo mejor de la película) se plantean este tipo de cuestiones. Y también lo que supone que hasta el discurso descolonizador de esos jóvenes haya de ser expresado en francés. Dahomey es una película sobria y necesaria. Pero, para abordar este tema, resulta mucho más penetrante e interesante Huaco retrato, la magnífica novela autoficcional de la escritora peruana Gabriela Wiener.