sábado, 27 de septiembre de 2025

Los domingos

de Alauda Ruiz de Azúa. España, 2025. 115’.
27 de septiembre de 2025. Teatro Victoria Eugenia, 73º Festival de San Sebastián. (Concha de Oro)

Ainara está terminando sus estudios en un colegio religioso de Bilbao. El próximo curso debería ir a la universidad, pero ella ha sentido la llamada de la fe y está pensando en meterse monja. Para ello debe empezar un proceso de discernimiento vocacional y le pide a su padre que la deje pasar unas semanas en un convento. Él no tiene claro que deba impedírselo, pero a su tía se la llevan los demonios. 
 
Al final de mi reseña de Cinco lobitos decía que, con aquel guion excelente y aquella realización primorosa, Alauda Ruiz de Azúa se unía a la creciente lista de directoras españolas que podrían ganar con todo merecimiento cualquier festival. Ella lo ha hecho con esta película que vemos en esta sesión final en que se proyecta la ganadora de la Concha de Oro. Los domingos trata un tema que resulta extraño en estos tiempos en que en muchos católicos españoles, más que la fe y la moral, domina la impostura (solo hay que ver la forma en que las derechas aplauden aquí el belicismo sionista, repudian cualquier atisbo de compasión hacia los inmigrantes y no parece sonarles de nada aquella parábola sobre un camello y el ojo de una aguja). En este sentido, Alauda Ruiz de Azúa tiene el acierto de ubicar esta historia en una familia vasca y conseguir algo tan difícil como mantenerse en el fiel de la balanza entre las razones de la tía y los motivos del padre. Sin duda, con esta película conseguirá que a la salida del cine haya debate, surjan argumentos y aparezca más de un interrogante sobre el catolicismo y la fe. Incluso también puede salir la cuestión de la responsabilidad y los límites de la tutela y la educación, porque también de esto trata esta estupenda película. Por otra parte, tanto en Cinco lobitos como aquí, Alauda Ruiz de Azúa demuestra un virtuosismo poco común en la manera de abordar las relaciones familiares con un naturalismo y un tino sorprendentes en los diálogos. Reconozco que, en estos tiempos en que en muchos conventos españoles quizá haya más monjas procedentes de países que miran al Pacífico o al Índico que al Cantábrico o al Mediterráneo, el tema de esta película me resulta inesperado. Como lo sería otra película sobre una joven de la misma edad de Ainara a la que su padre no le dejara ir a la universidad porque se empeña en que antes pase tres años de discernimiento vocacional en los cuarteles, como hicieron con él y con su abuelo. Creo que esa otra película podría ser también muy interesante. Y aunque pareciera poco verosímil, estaría basada en hechos reales. Por lo demás, ha sido estupendo lo que hemos visto en estos dos días en el festival. Ningún reproche a esta Concha de Oro y al Premio Especial del Jurado para las Historias del buen valle de José Luis Guerín. Y, por una vez, plena sintonía con el Premio del Público que le ha dado la mayor puntuación de la historia del Zinemaldía a La voz de Hind. Tan solo lamento que apenas hayan sido premiadas las películas argentinas. Espero que, ya sea en la Seminci o en el festival de Gijón, podamos ver  este otoño las que se han proyectado aquí. Y es que, en estos tiempos mileicos, todo reconocimiento a la calidad del aquel cine es también un apoyo a los creadores argentinos que están siendo tan injustamente maltratados en estos tiempos difíciles.