viernes, 26 de septiembre de 2025

Historias del buen valle

de José Luis Guerín. España, 2025. 122’.
26 de septiembre de 2025. Cines Principe, 73º Festival de San Sebastián (Sección Oficial -Premio especial del jurado).

Las vías del tren, las autopistas y un río hacen que parezca insular el barrio de Vallbona. Un lugar en el que levantaron sus casas, sus huertos y su comunidad quienes llegaron a Barcelona en los años sesenta y también los que, desde otros países, vinieron después. Los vemos hablando, cantando, bañándose y disfrutando. Y también añorando lo perdido y lo que, a partir de ahora, quizá podrían perder.   
 
Llegamos a tiempo a San Sebastián para ver esta nueva joya de José Luis Guerín que dialoga magníficamente con el resto de su obra. Hace casi veinticinco años, En construcción inauguró el hiperrealismo poético sobre la centralidad urbana y ensanchó los límites del documental español. Con Historias del buen valle Guerín explora en la periferia de Barcelona un paraíso intemporal habitado gentes que han sedimentado sus memorias en un no-lugar que, visto desde la velocidad de la autovía o el tren, podría parecer desangelado. La cámara de Guerín se detiene y nos muestra la belleza con que la naturaleza (también la humana) consigue renacer en cualquier territorio. En esa ínsula barata, el ruido de los trenes y los coches se atenúa con al fluir de ese río y esas vidas. El cine de Guerín es siempre cadencia y escucha. Por ejemplo, en esos bellos planos preambulares en blanco y negro, puntuados por improvisaciones jazzísticas, que parecen dialogar con los de Tren de sombras. O en esas hermosas transparencias y reflejos que, como en La academia de las musas,  nos hacen ver desde fuera y oír desde dentro lo que se dice en cada piso. O en la fertilidad de los huertos multiculturales, en las deliciosas conversaciones de los hombres maduros y las mujeres jóvenes. O en esas fiestas rumberas en las que se bebe, se canta y se vive. O también en los chapuzones, deliciosamente clandestinos, en ese río de la vida con el que Guerín parece medirse con Heráclito. Vallbona está cerca de Torre Baró, así que, aunque sean películas muy distintas, hay conexiones secretas e imprevistas entre El 47 y estas Historias del buen valle. Como las que hay también entre el bonito nombre de esta película y lo que ayer casualmente descubrí (o imaginé) sobre el nombre de un hermoso pueblo de otro valle olvidado. Me refiero a Valdelamatanza (no lejos de Hervás y su judería) y a la posibilidad de que su nombre tenga que ver con un pasaje del Antiguo Testamento (el Libro de Jeremías, 7) que parece escrito para repudiar las matanzas actuales. Los infiernos en la Tierra que, impotentes, ahora contemplamos son la antítesis de esa isla de los bienaventurados que Guerín nos invita a conocer al lado mismo de Barcelona. Buena falta nos hacen esos otros mundos posibles que siguen existiendo en ciertos valles.