2 de abril de 2013. Sala Berlanga, Madrid. V.O.S.
Cuatro soldados quedan perdidos en un bosque tras las líneas enemigas de una guerra desconocida. Las dificultades del retorno y la posibilidad de matar a un general enemigo ponen a prueba su carácter y su actitud ante la vida. El miedo y el deseo hacen que surjan pronto la violencia, el heroísmo y la locura.
Se hace extraño ver ahora esta ópera prima que un genio tan indiscutible como Kubrick quiso destruir a pesar de (o quizá por) haber hecho todo en ella: dirigirla, rodarla, montarla y producirla. La película tiene ya sesenta años pero está impecablemente restaurada. Es fácil buscar en algunas de sus escenas premoniciones de lo que vendría después (desde el pacifismo temprano de Senderos de gloria hasta la sensualidad tardía de Eyes Wide Shut). Pero tampoco es difícil darle la razón a Kubrick y entender los motivos por los que siempre renegó de ella y la consideró una obra fallida. Por suerte, en su momento no fue mal recibida y su autor pudo continuar una carrera que ahora justifica sobradamente el interés (y el morbo cinéfilo) que tiene contemplar esta rareza en la que el joven Kubrick se preguntaba si hay algún hombre que no sea una isla.