18 de agosto de 2016. Cines Parqueastur, Corvera.
Joaquín vive con su viejo perro en una casa por la que se mueve en silla de ruedas. Casi sin querer alquila una habitación a una mujer joven que tiene una hija que no habla. Los cuatro irán estableciendo una relación de la que al principio él recela, quizá por que le recuerda a la que tenía con la mujer y la hija que debió perder en un accidente. Un día trabajando en el sótano oye voces. Son las de unos atracadores que preparan un túnel para llegar a la cámara de seguridad de un banco. Joaquín intentará algo muy peligroso: robar a los ladrones.
De Argentina vemos mucho cine bueno. Y también magníficos thriller. Por ejemplo, en el último año El clan de Pablo Trapero y esta película de interiores que no solo no pierde el interés ni un segundo (como corresponde al género), sino que cuenta con un guíon que es aún mejor de lo que parece. Precisamente porque evita todos los subrayados, porque organiza muy bien las piezas de este puzzle intimista, y por lo bien trazadas que están las simetrías entre las historias y las pistas que (sin trampas) nos va dando, Al final del túnel es una película en la que uno olvida por completo mirar al reloj porque lo que hay en la pantalla siempre interesa. Y Rodrigo Grande lo consigue sin maltratar la inteligencia del espectador y colocando su punto de vista siempre en el lugar que procede para seguir la tensión de la historia. Tan interesantes como las relaciones que vemos (la de los personajes que coinciden en la casa), son las de aquellos otros que solo entrevemos (los atracadores vecinos) o llegan como reminiscencias del pasado (la mujer y la hija que debieron morir en un accidente cuya redención solo al final llegará para el padre). Al final del túnel es una historia bien interpretada (Leonardo Sbaraglia, Clara Lago, Pablo Echarri y Federico Luppi clavan el carácter de sus personajes) y bien contada que, si fuera americana, estaría muchas semanas en las carteleras de toda Europa. Por fortuna, estos días está en las de España.