26 de agosto de 2016. Patio Bullrich (Cines Atlas), Buenos Aires.
Un apóstata. Eso quiere ser Gonzalo. Vemos cómo pretende darse de baja en el registro de los católicos. Y también vemos otras cosas de su vida. Como la relación con su prima, la que tiene con su madre o las introspecciones de este treintañero bueno y amable al que da gusto seguir.
Federico Veiroj sabe mostrar de manera singular la trama y la textura de la vida cotidiana de sus personajes pánfilos y bondadosos. Lo demostró en su magnífica La vida útil en la que retrataba a un hombre que perdía su empleo (y mucho más) con el cierre de una sala de la cinemateca uruguaya. Con este Gonzalo que quiere apostatar nos muestra (también con la música) la vida y la memoria de una familia española. Los detalles cotidianos y los cuidados diálogos son mucho más importantes que la historia. En la primera película que reseñé de Jonás Trueba (Los ilusos), hablé de aquella que Veiroj filmó en Montevideo. No me extraña que el joven director madrileño aparezca entre los muchos cineastas españoles que el uruguayo cita en los créditos. Hay mucha relación entre las cuitas de este treintañero y las de algunos de los personajes jóvenes y dubitativos del más joven de los Trueba. Los dos directores parecen compartir una original mirada "madriguaya" sobre el entorno, íntimo y urbano, en el que sitúan a sus personajes. Así que ha sido una suerte que, tras el primer paseo en esta soleada mañana porteña, me haya encontrado en este Patio Bullrich que tanto me gusta con esta singular película a una hora tan extraña para el cine en España como la de la sobremesa temprana. Así que sigo disfrutando en Buenos Aires.