martes, 18 de abril de 2017

Un lugar propicio a la felicidad. Alrededores de José Luis García Martín

de Marciano Martín Manuel. España, 2017. 42’.
18 de abril de 2017. Centro de Servicios Universitarios de Avilés.

Aldeanueva del Camino. Avilés. Una biblioteca que ya no existe en la calle Jovellanos. Otra bien viva en Hervás. El valle de Ambroz. Sus pueblos. El Café Arcadia. Las tertulias en Oviedo. La crítica literaria. El debate cotidiano. Una fuente extremeña. Jardines secretos. Rincones públicos en centros comerciales. Lugares propicios a la felicidad. Los de los alrededores de José Luis García Martín.

Si José Luis García Martín se dedicara a la epistemología en vez de a la literatura habría conseguido algo inaudito. Desvelar como nadie los contextos de descubrimiento y ser un fino analista de los contextos de justificación. Por lo primero lo temen muchos escritores, por lo segundo lo apreciamos mucho sus lectores. Aunque en mi caso los motivos de aprecio son más. Además de un apellido, compartimos muchas cosas. Compartimos orígenes en ese precioso rincón en que la Sierra de Béjar y Extremadura casi se funden. El despertar de ambos a la cultura le debe mucho a un edificio curvo que fue biblioteca. Los dos defendimos con pasión lo que significaban para Asturias otros bellos edificios curvos que hoy se asoman a nuestra ría. También compartimos las mismas filias y fobias políticas. Somos profesores que no renegamos de los alumnos. Y nos gusta hacer de los viajes rutinas y de las rutinas viajes constantes. Así que el fiel lector que soy desde hace muchos años de su diario solo tenía un temor al ir esta tarde a la presentación de este documental: que pudiera no estar a la altura de mis expectativas. Pero no. Igual que yo, José Luis García Martín no es capaz de callarse. Ni en el documental ni luego en el coloquio. Y a él, además de leerle, da gusto escucharle. Sobre todo acompañado con las imágenes de esos alrededores hermosísimos que el otro Martín ha sabido componer estupendamente en su documental. Claro que Marciano lo tenía bastante fácil. Con paisajes como los del Ambroz y aquella sierra y con un personaje como este escritor y su circunstancia era difícil que su película no mostrara lugares propicios a la felicidad.