sábado, 1 de abril de 2017

Memorias del subdesarrollo

de Tomás Gutiérrez Alea. Cuba, 1968. 97.
1 de abril de 2017. Laboral Cinemateca, Gijón.


Primeros tiempos de la revolución  desde la mirada de un burgués caribeño con maneras cosmopolitas. Vemos la forma en que percibe las cosas. Desde su casa, desde su ciudad y desde su perspectiva masculina. Y también la manera en que contempla unos tiempos de cambio y de incertidumbre en La Habana.

Ni un revolucionario ni un gusano. Así es este habanero radicalmente masculino y reflexivo que querría parecerse a un parisino de los años sesenta. Por eso siente esa mezcla de fascinación y extrañamiento hacia lo que está sucediendo en su país, un lugar que a él le parece condenado al subdesarrollo. Su mirada no es tan diferente a la del joven salmantino que tan magníficamente retrató Basilio Martín Patino en Nueve cartas a Berta.  Tiene razón Chema Prado al seleccionar esta película (que hemos visto en una calidad excepcional tras su reciente restauración) como una de las más relevantes de las últimas décadas. También lo es la de Martín Patino. Las dos componen un díptico revelador de una manera de mirar el cine (y de mirar la vida desde el cine) en un tiempo tan especial como aquellos años sesenta que en España y en Cuba seguían siendo en blanco y negro. Memorias del subdesarrollo y Nueve cartas a Berta comparten muchas cosas: la mirada reflexiva de sus personajes masculinos, el distanciamiento y extrañeza que manifiestan ante su entorno, la condición de soliloquios filmados con imágenes a las que el paso del tiempo aún da más valor, el protagonismo que esas ciudades tienen en unos relatos melancólicos con nostalgias de universalidad. Cine mayúsculo que está cumpliendo medio siglo y que debería ser mucho más conocido.