miércoles, 26 de abril de 2017

La chica desconocida

de Jean-Pierre y Luc Dardenne. Bélgica, 2016. 113’.
26 de abril de 2017. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Una médica muy diligente tiene un mal día con el estudiante que está haciendo prácticas en su consulta. Una hora después de terminar la jornada alguien llama a la consulta pero ella decide no abrir la puerta. A la mañana siguiente sabe por la policia que era una joven negra que ha aparecido muerta cerca de allí. Sintiéndose culpable por no haberle prestado ayuda, intenta averiguar quién era esa chica a la que tienen que enterrar sin nombre. Finalmente consigue identificarla y conocer las circunstancias de su muerte. Y también superar la culpa convirtiéndola en duelo compartido con la hermana de la chica.

No me habían gustado nada las anteriores películas de los Dardenne, las muy aclamadas El niño de la bicicleta y Dos días, una noche. Así que temía un nuevo desencuentro con estos directores belgas. Pero no. La chica desconocida me parece una película magnífica que va más allá del delicado y sosegado thiller ético que aparenta ser esta emotiva historia. La honesta tenacidad de la médica y la contemplación de las rutinas de su profesión ya hacen muy estimable esta película que los Dardenne filman de manera sobria y con menor presencia cinética de la cámara. La historia puede verse como una intriga que atrapa sin sobresaltos o como una conmovedora historia en la que el abrazo final entre la médica y la hermana de la joven muerta es tan conmovedor que hasta el espectador siente la necesidad de cruzar la pantalla y unirse a ellas. Pero también puede verse como una poderosa metáfora. La de la dignidad de una Europa que tendría en la conducta de esta joven médica un espejo en el que contemplarse. En efecto, alguien extranjero con muchas dificultades llama a nuestra puerta. Ocupados con nuestros problemas internos no hemos abierto. Pero inmediatamente tomamos conciencia del mal causado e intentamos paliarlo. En la escena final la médica vuelve a su rutina y avanza hacia su consulta acompañando a una anciana. Ha conseguido recuperar la dignidad de saberse defendiendo valores venerables. Como los de esta vieja Europa que también podría recuperar la suya si tomara conciencia del mal que causa cuando desprecia a quienes, buscando ayuda, llaman a su puerta.