23 de diciembre de 2013. Cines los Prados, Oviedo.
Solomon Northup vive feliz con su familia en Nueva York. Hasta que unos tipos le emborrachan en una cena y a la mañana siguiente despierta encadenado. Lo han secuestrado para venderlo en las plantaciones del sur. Allí pasará doce años trabajando como esclavo.
A comienzos de este año Spielberg nos mostraba un momento crucial de la historia americana. Ahora que el año acaba, McQueen nos pone ante la intrahistoria de aquel tiempo recreando lo que Solomon Northup contó en su libro en 1853. Lincoln y 12 años de esclavitud son dos películas sobrias que no nos ahorran la crudeza de los dramas humanos que se vivían en el sur ni la suciedad de las maniobras políticas en el norte para conseguir que la ley acabara con ellos. Dos películas distintas pero bien centradas en el tema de la esclavitud. La tercera que lo ha abordado este año es Django desencadenado. Pero la mirada excentrica de Tarantino convierte el tema en coartada para que el público pueda disfrutar sin remordimiento con su habitual truculencia efectista. McQueen no obvia el sadismo y la inmoralidad de lo que muestra, pero a diferencia de Tarantino no pretende que el espectador disfrute con ello. Su distanciamiento es total. El mal no se presenta como espectáculo. Si acaso como motivo de reflexión desde el pasado (el diálogo entre Brad Pitt y Michael Fassbender casi recuerda al siglo V ateniense) o hacia el presente (este personaje extrañado me hace pensar en lo que sentiría hoy un europeo que de repente amaneciera sin papeles en el medio de África). 12 años de esclavitud es una película dura pero elegante. Cine oscarizable, pero bien hecho y con pretensiones edificantes.