27 de diciembre de 2013. Cines los Prados, Oviedo.
Una mujer herida yace en un callejón. La encuentra un hombre maduro que la lleva a su casa. Ella le cuenta diversos episodios de su vida. Y de su ninfomanía.
La película duraría más de cinco horas pero, con permiso de von Trier (se dice al inicio), se exhibe en dos partes de dos horas cada una. Las historias que la ninfómana relata a su inesperado confesor se organizan en varios capítulos. La pescadora de caña, Jerome, La señora H., Delirio y La escuela del pequeño órgano, son los de esta primera parte. Tras una hermosa escena preambular con la cámara fascinada por la lluvia en el callejón invernal (que en cierto modo recuerda el sorprendente arranque del Anticristo), las glosas empáticas del escuchante se van intercalando en el desarrollo de esos episodios relativamente independientes pero con nexos relevantes. El pecado, la religión, la música o la literatura marcan más el tono de la película que las escenas de sexo explícito (que las hay). También parece haber pequeños guiños autorreferenciales como el de los incumplimientos del código de las pequeñas ninfómanas (¿una ironía sobre lo que ha quedado de la disciplina Dogma?) o la diferencia entre el antisionismo que defendería el protagonista y el antisemitismo que, según él, le adjudican algunos. La historia casi a dos voces de la iniciación en el tren en La pescadora de caña, la muerte del padre en Delirio o la polivisión sobre la polifonía de La escuela del pequeño órgano son algunos de los momentos que me han parecido más logrados de una película extraña pero atrayente. Antes del fundido en negro (simétrico al que la abre), esta primera parte termina con la protagonista diciendo "no siento nada", algo sorprendente tratándose de una ninfómana. En la segunda parte sabremos qué le pasa.