14 de diciembre de 2013. Teatro Filarmónica, Oviedo.
Una pareja pide la cena, el camarero toma nota y no deja de escribir. Otra pareja recorre un piso con el vendedor de una agencia, él desaparece y llegan los dueños. Un hombre no sabe andar, otro le enseña. A una mujer le molesta el felpudo de su vecino. Un hombre no sabe beber, otro le enseña. Unos amigos quieren gastarle una broma a una compañera que va hacia su coche. Un hombre llega a una estación equivocada donde otro no le espera. Un hombre no sabe dormir, alguien le enseña.
Decenas de micrometrajes como esos se encadenan sin solución de continuidad en esta película sobre los actos fallidos, sobre los absurdos cotidianos, sobre gente a la que le pasan cosas extrañas en sitios corrientes. Retales filmados como sugerentes esbozos de cortometrajes posibles. Hiperrealismo onírico que recuerda a los sketches hilarantes de José Mota, pero también a la poderosa mirada del primer Buñuel. Una propuesta con momentos inquietantes hecha con nanorrelatos que parecen dispersos, pero también hilvanados con esa extraña lógica que encadena los sueños.