viernes, 26 de noviembre de 2021

Tren de sombras

de José Luis Guerín. España, 1997. 88’.
26 de noviembre de 2021. Cines Ocimax. 59º Festival de Cine de Gijón (proyección especial). V.O.S.

Imágenes familiares filmadas en los años veinte por Fleury en Le Thuit. Las vemos con las salpicaduras del tiempo que hacen parecer fantasmas a quienes sonreían ante la cámara. Después entramos en la mansión y desde un presente ruidoso vemos retratos y objetos de aquella familia y también las sombras nocturnas que convierten las paredes en imprevistas pantallas. También repasamos otra vez las secuencias de la vieja película estableciendo diálogos entre los fotogramas y recordando que la materia del cine es el tiempo y que es posible construir y reconstruir las historias después de haber sido filmadas. Por último, desde nuestro presente otoñal regresamos a aquellas filmaciones amateur y vemos a Feury empuñando aquella cámara estival que tanta vida captó hace ya tanto tiempo.

Puedo decir que estaba presente la noche del 23 de noviembre de 2010 cuando vino al festival de Gijón Victor Erice con motivo del estreno del documental de Alain Bergalá Victor Erice: París-Madrid Allers-Retours. Y también podré decir en el futuro que hoy he estado en el coloquio con José Luis Guerín y Tomás Pladevall con motivo de la proyección de Tren de sombras tras la presentación de ayer de  D'ombres, el documental que Joan Tisminetzky estrenó en esta edición del festival. Así que la de hoy ha sido otra noche cinéfila y memorable que ha terminado casi a la una de la mañana. Quien encuentre fascinantes las imágenes de las sombras al comienzo de En la ciudad de Silvia o el modo en que una mujer y una ciudad pueden ser mucho más que protagonistas de una película cautivadora, debe saber que una lección aún más extensa de todo eso la encontrará en Tren de sombras, la película a la que, según nos confesó, José Luis Guerín le tiene más cariño de todas las que ha dirigido. Es una película sobre el tiempo, sobre el cine y sobre el amor intemporal al cine. Pero no es en absoluto una película nostálgica. De hecho, igual que Tomás Pladevall ayer, Guerín insistió en que detesta la nostalgia y no soporta el cine que de regodea en ese sentimiento. Algo muy distinto es, a su juicio, la melancolía. Ese fue uno de los deliciosos matices que sosegadamente fue desgranando este cineasta con una obra mayúscula y un discurso fascinante que da gusto escucharlo cuando reflexiona sobre el cine y contagia delicadamente su amor por él. Son cosas que solo se pueden decir de gentes como Víctor Erice o José Luis Guerín.