21 de diciembre de 2012. Cines Los Prados, Oviedo.
Ocho hombres y cuatro mujeres de edad media dialogan de dos en dos. El tema de las conversaciones suele ser su vida sentimental. Sobre todo la de ellos, que parecen más inseguros que ellas en esos terrenos. La sucesión de diálogos binarios en distintos lugares de Barcelona conduce al encuentro final de casi todos los personajes en una cena que parece menos tensa que aquella otra comida que Cesc Gay organizó En la ciudad.
Parece una sucesión de cortometrajes que exploran las complejidades de la condición masculina cuando se asoma a la cuarentena. Los excelentes diálogos están magníficamente interpretados. Aunque si hubiera que elegir uno me quedaría con el de Ricardo Darín y Luis Tosar en el parque. O el de Leonor Watling y Alberto San Juan en el coche. O el de Leonardo Sbaraglia y Eduard Fernández en el portal. O el de Candela Peña y Eduardo Noriega en el trabajo. O las dos escenas en las que dos hombres quedan fuera de un ascensor. Pero, ¿por qué hay que elegir?
Parece una sucesión de cortometrajes que exploran las complejidades de la condición masculina cuando se asoma a la cuarentena. Los excelentes diálogos están magníficamente interpretados. Aunque si hubiera que elegir uno me quedaría con el de Ricardo Darín y Luis Tosar en el parque. O el de Leonor Watling y Alberto San Juan en el coche. O el de Leonardo Sbaraglia y Eduard Fernández en el portal. O el de Candela Peña y Eduardo Noriega en el trabajo. O las dos escenas en las que dos hombres quedan fuera de un ascensor. Pero, ¿por qué hay que elegir?