12 de febrero de 2017. Laboral Cinemateca, Gijón. V.O.S.
Los cerezos en flor son motivo de celebración en el Japón actual. Pero atravesar un bosque de cerezos en flor en las montañas del Japón medieval podía ser una experiencia terrible, próxima a la locura. Como la que muestra esta película en la que un salteador de caminos queda prendado de una mujer y tras llevarla a su casa le concede todos los caprichos que le pide. Por ejemplo, llevarle cabezas cortadas todos los días.
La película ha aguantado mal sus cuatro décadas. Por la historia (una fábula casi gore que podría dar tanto risa como sueño) y por la imagen (menos nítida de lo que debería para provocar pavor o emoción). Se podría decir que Masahiro Shinoda revela lo peor de la identidad japonesa mostrándonos su naturaleza violenta y machista bajo esa aparente delicadeza de estampas tan tópicas como la dulzura de sus geishas o la belleza de sus cerezos en flor. Pero, más allá de hermenéuticas vanas, la historia se hace pesada y aburrida. Propicia para el bostezo o para la huida si no fuera porque la entrada costó quince euros y porque la proyección estaba acompañada por la percusión y los sintetizadores del grupo californiano Xiu Xiu. Lo de esta noche no ha sido un concierto con imágenes al fondo (la banda sonora original se oía cuando ellos nos daban tregua y los subtítulos más o menos han permitido seguir la historia) ni una película con música en directo (a los estridentes Xiu Xiu no parecía importarles que su música impidiera oír la película -un japonés que no supiera leer español no se habría enterado nada-). Y lo peor es que esta extraña mezcla entre una cinta que ha envejecido mal y una música difícil de soportar mucho tiempo no ha sido la ambientación circunstancial de un local de ocio nocturno, sino que se propone como singular experiencia cinéfila para un público selecto y moderno. Como nadie querrá renegar de esto último serán pocos los que confiesen que lo mejor de esta ceremonia social ha sido que nadie se ha quedado traspuesto.