19 de febrero de 2017. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.
En una época indefinida un grupo de personas atraviesan las montañas del Atlas porque un anciano se empeña. Él muere en el trayecto y dos jóvenes prometen que llevarán su cuerpo al lugar al que pretendía llegar. La cosa se pone difícil y la travesía se les complica. Tanto como la propia película en la que también hay una caravana de taxis que avanza por las llanuras marroquíes.
Unos paísajes espectaculares, una fotografía impecable y un sonido muy cuidado hacen que uno no se canse de ver lo que muestra la pantalla. La historia recuerda por momentos a la de Los tres entierros de Melquíades Estrada de Tommy Lee Jones. Y también al onirismo de Pasolini sobre los mundos orientales. Pero al final uno se queda sin saber qué es lo que realmente ha visto. Montañas, llanuras, tres partes, unas mulas, muchos taxis... Está claro que el significado de su título es solo una de las muchas cosas que no quedan nada claras en esta película que, si no fuera por la elegancia de sus imágenes, podría parecer prima hermana de las de Apichatpong Weerasethakul. Quizá por eso está siendo tan bien tratada por la critica y por los festivales.