2 de mayo de 2017. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.
Una comunidad de vecinos en un edificio y un barrio destartalados. Como los corazones de varios de ellos. El de ese hombre del primero que no colabora para poner un ascensor pero que lo usará a escondidas con su silla de ruedas en esas noches en que sale para verse con una enfermera. Los de la actriz madura y el adolescente del piso de enfrente que tendrán una relación parecida a la de una madre y un hijo. La misma que tendrán esa mujer argelina que tiene en la cárcel al suyo y que trata a cuerpo de rey al astronauta de la NASA que ha caído del cielo en la terraza del edificio.
Surrealismo tierno. Ironía sentimental. Intimidad urbana. La comunidad de los corazones rotos es una rareza muy grata que sorprende por la manera en que se van encadenando esas historias amables que se dibujan sobre un fondo entre irónico y amargo. La fotografía fría y el edificio desangelado resultan muy oportunos para estas tres historias que tienen un lado poético y otro cómico. La de Samuel Benchetrit es una película distinta que mantiene el interés de la primera escena a la última.