jueves, 1 de junio de 2017

Después de la tormenta

de Hirokazu Kore-Eda. Japón, 2016. 117.
1 de junio de 2017. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Ryota ronda los cincuenta años. Hace tiempo que escribió una novela pero su carrera literaria no ha prosperado. Es buena gente aunque un poco tarambana. Trabaja para una agencia de detectives en la que, más que información, ofrecen chantajes. Una vez al mes pasa un día con su hijo, pero su exmujer le reclama una pensión que nunca acaba de pasarle porque el poco dinero que consigue lo acaba perdiendo en juegos y apuestas. Se avecina un tifón, así  que el encuentro mensual con su mujer y su hijo se acaba convirtiendo en una noche juntos en casa de su madre. Es una mujer mayor que ha enviudado hace poco pero lo lleva bastante bien. Aunque no se separó de él, su marido debía parecerse bastante a Ryota.

Sencilla, familiar, conmovedora y con mucho más calado del que parece. Así es Después de la tormenta, la última obra de ese maestro contemporáneo que es Hirokazu Kore-Eda. De su cine siempre espero algo bueno desde aquella película inigualable que fue Nadie sabe, la primera que vimos de él en España. Y, otra vez, no me defrauda. Los retratos de los personajes son sencillos, creíbles y amables. A pesar de sus defectos y contradicciones, es fácil sentir empatía hacia todos ellos. Son familias en las que uno nunca se siente extraño. Después de la tormenta es algo más irónica, pero me ha recordado a aquel otro magnífico retorno a la vida familiar que nos ofreció en Still walking. La madre de Ryota dice que los hombres viven siempre en el pasado o en el futuro y que por eso, a diferencia de las mujeres, son incapaces de encontrar la felicidad en el presente. También compara la vida con el sabor de un buen guiso: ambos necesitan tiempo para dar lo mejor de si. Son reflexiones impagables para ese personaje extraviado que, sin embargo, sigue queriendo ser escritor. Y se las debemos a un director sensible que sabe que está bien esa esperanza.