22 de junio de 2017. Teatro Filarmónica, Oviedo. V.O.S.
Un tren cruza Polonia en la noche. Desde Varsovia hasta el mar. Una mujer y un hombre comparten de forma imprevista un compartimento con dos literas. Él es un cirujano que quiere olvidar un fracaso reciente. Ella intenta alejarse de un hombre que la acecha. En el tren también viaja un asesino. Y muchos otros pasajeros que se entretienen en los encuentros buscados o inesperados que se producen en los pasillos.
Otra joya polaca. El epicentro de este extraordinario viaje filmado está en el compartimento de esa extraña pareja. Pero los protagonistas son todos los viajeros. Y, sobre todo, el propio tren nocturno. De esos viajes tengo recuerdos imborrables de noches largas, encuentros imprevistos y algunas cosas más. Y a ese mundo perdido he podido regresar durante esta hora y media de cine fascinante. Cada plano y cada secuencia son una lección sobre cómo poner la cámara y componer imágenes para hacer que las atmósferas, los sonidos y los gestos digan mucho más que las palabras. Esa parada en medio de la nada en la que los pasajeros persiguen al asesino hasta un cementerio nos saca del naturalismo del resto de la noche y nos lleva a territorios surrealistas propios del cine de Buñuel (el de Un perro andaluz o El ángel exterminador). Y ese final con la cámara recorriendo los compartimentos y pasillos del tren vacío y soleado es un cierre perfecto para una película imprescindible que, gracias a Scorsese, hemos podido disfrutar hoy en Oviedo.