26 de octubre de 2015. Cines Ocimax, Gijón.
Un padre de mal carácter que se divierte tramando maldades con su ordenador. Una madre silenciosa que se dedica a hacer bordados. Un hijo que se fue de casa en compañía de doce hombres. Una hija que también se irá para buscar a seis más. Es en Bruselas. Donde vive el Dios Padre. Y donde esa niña que está harta de él propondrá un nuevo Nuevo Testamento que comienza anunciando a todo el mundo el tiempo que le queda por vivir.
El director de la interesante Las vidas posibles de Mr. Nobody vuelve a jugar con la trascendencia en esta fábula llena de imágenes sugerentes apta para todos los públicos. En las historias fragmentarias que va componiendo Van Darmael se condensan muchos de los reproches que cualquier persona sensata podría hacerle al jefe de todo esto. Y se da una segunda oportunidad no solo a los humanos, que conociendo lo que les queda de vida podrían tomársela algo más en serio (o sea, algo menos en serio), sino también a los seres divinos que, debidamente humanizados, también podrían tomar conciencia de que ya es hora de matar al padre (aunque no sea literalmente) y, visto el fracaso del hijo (alias J.C.), dejar que sean la hija y la madre las que se encarguen de poner algo de orden en el más acá. Eso sí, sobre el gusto de mamá Diosa para la decoración final del mundo yo pondría el grito en el cielo.
El director de la interesante Las vidas posibles de Mr. Nobody vuelve a jugar con la trascendencia en esta fábula llena de imágenes sugerentes apta para todos los públicos. En las historias fragmentarias que va componiendo Van Darmael se condensan muchos de los reproches que cualquier persona sensata podría hacerle al jefe de todo esto. Y se da una segunda oportunidad no solo a los humanos, que conociendo lo que les queda de vida podrían tomársela algo más en serio (o sea, algo menos en serio), sino también a los seres divinos que, debidamente humanizados, también podrían tomar conciencia de que ya es hora de matar al padre (aunque no sea literalmente) y, visto el fracaso del hijo (alias J.C.), dejar que sean la hija y la madre las que se encarguen de poner algo de orden en el más acá. Eso sí, sobre el gusto de mamá Diosa para la decoración final del mundo yo pondría el grito en el cielo.