4 de abril de 2016. Teatro Filarmónica, Oviedo.
Han Gong-ju llega a un nuevo instituto. Y se refugia en casa de un profesor que la protege. Ella quiere pasar desapercibida. No dejar ningún rastro. Es la víctima de un pasado horrible del que solo puede librarse si desaparece.
Un mundo social que me resulta tan exótico como repugnante. Un comunidad humana en la que la víctima es perseguida para que los agresores puedan ser exculpados. Estamos hablando de una violación en masa cometida por unos adolescentes con unos padres que los defienden. Estamos hablando de un sistema judicial en el que la menor no encuentra ningún amparo. Estamos hablando de una institución escolar que no se plantea protegerla y permite que hordas de adultos que apoyan a los canallas la persigan hasta en el aula. Los hechos se relatan de forma elegantemente fragmentaria pero con saltos temporales que no hacen fácil seguir la historia. Pero sobre la indudable calidad formal de la película se impone la repugnancia ante la misoginia de una sociedad que si es realmente así está muy enferma. Princesa abre un ciclo de cuatro películas que se programa este mes en Oviedo y que lleva por título "Sexualidades en plural". Pero no lo entiendo. La violación múltiple de una menor nada tiene que ver con las formas plurales de vivir la sexualidad. Es solo violencia extrema. Sea aquí o en Corea.