21 de noviembre de 2018. Cines Ocimax, 56º Festival de Cine de Gijón (sección: rellumes).
En la sala Beckett de Barcelona unas actrices y un actor ensayan y luego representan Captius, una obra de teatro sobre algo parecido al programa Gran Hermano. Vemos muchos momentos de conflicto entre ellos. Entre los personajes y también entre las personas.
Según nos contó en el coloquio, Gemma Blasco había sido la responsable de los audivisuales de la obra y le surgió la posibilidad de hacer esta película. El zoo es un diálogo perfecto entre el cine y el teatro. Y también una forma de mostrar la manera en que estas dos artes se relacionan con la vida a través de los actores. Las tensiones humanas que se representan en la obra se prolongan en los ensayos. Y hasta en alguna función en la que una actriz (o su personaje) tira la toalla y abandona. Una de las mayores virtudes de El zoo (y tiene muchas) es la forma en que consigue entreverar las tensiones vividas y las interpretadas de manera que el espectador deje de fijarse en si los conflictos son ficticios o reales. Porque de lo que está seguro es de que está asistiendo a una experiencia cinematográfica (y teatral) muy singular en la que no solo recorre todos los rincones de la Sala Beckett sino también muchos de los recovecos del oficio de los actores y de la relación con sus vidas. Así que El zoo es una película magnífica que si en lugar de ser Barcelonesa y en catalán fuera neoyorquina y en inglés seguramente sería muy valorada por los programadores de cine y de teatro.