18 de noviembre de 2018. Escuela de Comercio, 56º Festival de Cine de Gijón (sección: rellumes).
Óscar Peyrut es todo un personaje. Argentino afincado en España, Peyrut es un prestigioso crítico que preside la Asociación Española de la Prensa Cinematográfica. Aquí le vemos de festival en festival defendiendo y practicando la tesis de que no es necesario ver una película para hacer una crítica objetiva sobre ella.
La crítica de la crítica crítica. De eso trata entre otras cosas esta magnífica película que seguramente dará que hablar. Y probablemente hablarán de ella gentes que no llegarán a verla. Eso que se pierden. Porque no podrán calibrar la sutileza con que Octavio Guerra construye una película extraordinaria sobre un crítico, un cretino o un cínico. Porque todo eso (junto o por separado, como conjunción o como implicación) se puede encontrar en este personaje crítico que no sé si quiere o no al cine, pero al que desde luego le quiere mucho la cámara. El relato a salto de festival está muy bien articulado evolucionando desde la más obvia caricatura inicial de un tipo que recuerda mucho (también en el gesto) a Francisco Umbral, hasta un retrato más matizado y complejo que, sin abandonar al sujeto protagonista, acaba por trascender su mirada. El extraordinario preámbulo, con un cuadro en el que ninguna mácula puede captar el centro de lo que mira porque el artista, simulando un pequeño incendio, ha pintado allí el vacío, y ese plano final con la pared blanca sin el cuadro componen un marco perfecto para una película que habla con mucha ironía e inteligencia del cine y sus periferias. Justo esas a las que se acaba acostumbrando alguien que se ha hecho escéptico, cínico o simplemente viejo. O que quizá sufra, sin querer reconocerlo, una degeneración en la mácula. Y es que En busca del Oscar es también, en muchos sentidos, un extraordinario ensayo sobre la ceguera. Tras esta primera proyección en España el juego interpretativo en torno a esta película especular y genialmente abierta se prolongó en un coloquio que no tuvo desperdicio con las intervenciones del director y de ese crítico que hoy también lo era desde la pantalla.