domingo, 18 de noviembre de 2018

Zaniki

de Gabriel Velázquez. España, 2018. 76’.
18 de noviembre de 2018. Teatro Jovellanos, 56º Festival de Cine de Gijón (sección oficial).

Zaniki es Beltrán, un niño salmantino al que su abuelo Eusebio quiere transmitir el legado musical y vital de los antepasados charros. Así que en la casa y en el campo le enseña a tocar instrumentos muy domésticos y a vivir desde dentro las tradiciones de su tierra.

Paisaje y figura. El paisaje es bellísimo y lo capta primorosamente la cámara de Gabriel Velázquez como esperábamos de él tras la estupenda Ärtico que pudimos ver hace cuatro años en la Semana de cine español de Béjar. Pero la figura es tan poderosa que se hace con la película y aportando lo que en los créditos se denomina guión vital casi se come el espacio del director. Así que a Gabriel Velázquez le quedan unas decisiones estetico-técnicas que hacen de Zaniki una película tan especial como cabe esperar de la poderosa  imagen de su cartel. Pero la ficción que articula la historia está excesivamente centrada en el personaje del abuelo, cuando está claro que Velázquez sabe lo que se hace cuando filma a los niños. Algo parecido sucedió en la presentación de la película, en la que el protagonista principal fue Eusebio con sus hermosas músicas y sus muy entusiastas alegatos. Eso sí, el encuentro me deparó un momento muy regocijante cuando alguien del público criticó el olvido de las tradiciones asturianas por las que nadie parece hacer nada y puso como ejemplo envidiable lo que se hace en Salamanca. Y es que nunca está mal reducir los ombligos de quienes los tienen muy grandes.