12 de junio de 2013. Centro Niemeyer, XII Certamen Nacional de Cortometrajes de Avilés. V.O.S.
Víctor trabaja en el mercado 4 de Asunción. Es un joven carretillero al que le encantan las pantallas. Las de las televisiones que muestran películas y las de los móviles que las graban. Con cien dólares podría comprar uno. Y eso es lo que le ofrecen por carretear siete cajas hasta nuevo aviso. Ese día y esa noche serán frenéticos en el mercado.
Un cambio de última hora en el festival de cortometrajes ha hecho que la película prevista (Nana, de Valérie Massadian) haya sido sustituida por estas 7 cajas. Así, en solo dos semanas he podido disfrutar de dos gratas sorpresas del cine paraguayo: Cuchillo de palo, el interesante documental de Renate Costa, y esta trepidante película de Maneglia y Schémbori. Un estrambótico secuestro, una carnicería polivalente, un adolescente fascinado por las imágenes, una chica que no soporta el machismo, una policía escasa de coches, un parto imprevisto, una confusión entre lechugas y tomates, unos carretilleros salvajes y, sobre todo, ese mercado 4 son los elementos que se entretejen en esta atractiva película apta para todos los paladares cinematográficos. 7 cajas es popular en su contenido (la vida en ese mercado) y en su destinatario (el público palomitero y el cinéfilo). Y también honesta en su ambición de trascender lo local sin traicionarlo (ni siquiera en su lenguaje, mestizo entre el castellano y el guaraní). Es verdad que lo tortuoso de los callejones, las posiciones de la cámara y la agilidad del montaje recuerdan al estupendo Meirelles de Ciudad de Dios, pero a mi su tono híbrido entre el thriller y la comedia y sus personajes tiernos, salvajes o casposos me recuerdan por momentos al cine de Berlanga. Ojalá que a estos directores paraguayos les dé suerte el paralelismo que también se advierte entre el agradable final de su ópera prima y el más tenso de la de Amenábar. Como aquella Tesis estas 7 cajas tienen su motor en la fascinación por las imágenes. Y las de esta película merecen ser vistas en muchas pantallas.
Un cambio de última hora en el festival de cortometrajes ha hecho que la película prevista (Nana, de Valérie Massadian) haya sido sustituida por estas 7 cajas. Así, en solo dos semanas he podido disfrutar de dos gratas sorpresas del cine paraguayo: Cuchillo de palo, el interesante documental de Renate Costa, y esta trepidante película de Maneglia y Schémbori. Un estrambótico secuestro, una carnicería polivalente, un adolescente fascinado por las imágenes, una chica que no soporta el machismo, una policía escasa de coches, un parto imprevisto, una confusión entre lechugas y tomates, unos carretilleros salvajes y, sobre todo, ese mercado 4 son los elementos que se entretejen en esta atractiva película apta para todos los paladares cinematográficos. 7 cajas es popular en su contenido (la vida en ese mercado) y en su destinatario (el público palomitero y el cinéfilo). Y también honesta en su ambición de trascender lo local sin traicionarlo (ni siquiera en su lenguaje, mestizo entre el castellano y el guaraní). Es verdad que lo tortuoso de los callejones, las posiciones de la cámara y la agilidad del montaje recuerdan al estupendo Meirelles de Ciudad de Dios, pero a mi su tono híbrido entre el thriller y la comedia y sus personajes tiernos, salvajes o casposos me recuerdan por momentos al cine de Berlanga. Ojalá que a estos directores paraguayos les dé suerte el paralelismo que también se advierte entre el agradable final de su ópera prima y el más tenso de la de Amenábar. Como aquella Tesis estas 7 cajas tienen su motor en la fascinación por las imágenes. Y las de esta película merecen ser vistas en muchas pantallas.