9 de junio de 2013. Centro Niemeyer, Ávilés.

Plano fijo de cuerpo entero en silencio. Plano fijo de manos que hacen algo. Primer plano de un rostro callado. Luego con la voz en off del retratado. Plano fijo del personaje en silencio en su entorno. Por fin la voz y el rostro emparejados. Para terminar plano fijo de paisaje sin figura. La secuencia, dividida en cuatro ciclos, se repite catorce veces. Y la estructura se hace rígida, casi mecánica. Llende se presentó hace unos meses en el segundo festival online de cine español al margen. Ahora la presenta aquí Ramón Lluis Bande. En el coloquio posterior dijo que pretende ser testimonio de una identidad (la asturiana) en declive. Casi un canto del cisne. Y a juzgar por el escaso público asistente debe tener razón. Llende no atrajo a los cinéfilos, pero tampoco a los asturianistas. Mientras la veía me acordaba de otra reivindicación (más universalista) de esas tierras de frontera. La que hizo Juan Cueto poniendo texto y voz a aquel magnífico documental sobre los Oscos de la serie Los trabajos y los días.