8 de junio de 2013. Marta, Avilés.
Un enólogo danés viaja a Buenos Aires con su hijo adolescente para (intentar no) firmar el divorcio de su mujer, que vive allí con un futbolista del Boca.
Con Vicky Cristina Barcelona Woody Allen casi creó un género muy reconocible en el que ciudades tan icónicas como Barcelona, París o Roma (y antes Londres) son los escenarios de enredos sentimentales entre locales y forasteros. Madsen parece anticiparse a una (más que deseable) visita del neoyorquino a Buenos Aires y despliega allí todos los resortes de ese tipo de cine: estampas urbanas, tópicos humanos, ironías culturales, música chispeante, voz en off (creo que hasta el doblador es el mismo). Supongo que quienes critican esas películas del maestro (yo no) ven en ellas lo que yo he visto en esta del discípulo. Si no fuera por lo mucho que me gusta Buenos Aires y porque no he dejado ni un momento de reconocer lugares que me encantan de esa ciudad, la película me habría parecido bastante menos que menor. En Buenos Aires el verano es en enero, cuando hace tanto frío en Nueva York. ¿Lo sabrá Woody? Después podría ir a Río, a Lisboa, a La Habana… Son ciudades en las que también hace calorcito en verano y que aportarían mucho color a esas deliciosas historias suyas.