6 de octubre de 2016. Cines Los Prados, Oviedo.
Tener quince años en el Dublín de los ochenta. Tener que ir a un colegio católico. Tener unos padres que no se quieren. Tener un hermano mayor estupendo. Tener pasión por la música. Y tener una musa a la que amar. Todo eso lo tiene Connor.
Una historia blanca con final feliz. Un homenaje a la música
independiente, a la ilusión de crear y a la belleza de los sonidos de
Nueva York. Eso me parecía Begin again, la anterior película de John Carney que también era una historia sobre el amor, sobre la música y sobre el amor a la música. Sing street mantiene el mismo aliento ilusionado en otro tiempo, en otra ciudad y con otra edad. La edad de la adolescencia, la de los instantes de intensidad infinita en los que el futuro aún es perfecto y saber vivir solo consiste en saber soñar. La música, los personajes y el guión hacen que Sing street me resulte una película muy grata. Pero que la historia suceda en el Dublín de los ochenta y que Dalkey (ese precioso pueblo de la costa oriental irlandesa) sea tan importante para el protagonista hacen que aún me parezca más deliciosa. Ojalá que John Carney siga haciendo películas así.