sábado, 28 de noviembre de 2015

One breath

de Christian Zübert. Alemania, 2015. 110’.
28 de noviembre de 2015. Cines Centro, 53º Festival de Cine de Gijón (sección oficial -fuera de concurso-). V.O.S.

Elena es una joven griega que deja su país para buscar un futuro mejor en Alemania. Al llegar descubre que está embarazada y aunque al principio piensa abortar, pronto cambia de opinión. En Frankfurt trabaja cuidando de Lotte, la hija de Tessa que quiere volver a su profesión después de año y medio de baja por maternidad. En un descuido en la calle, Lotte desaparece. Elena, desesperada y sin poder contactar con Tessa, decide huir ese mismo día de AlemaniaTessa cree que Elena se la ha llevado y decide ir a buscarlas a Atenas.

El viaje de Elena y el viaje de Tessa son las dos partes en que se estructura esta extraordinaria película que se proyecta esta tarde fuera de concurso para clausurar el festival y que nosotros hemos visto esta mañana en el pase de prensa. Como drama psicológico lleno de asimetrías entre esas dos mujeres, a las que la maternidad confronta y un terrible azar enfrenta, ya sería una excelente película con unas interpretaciones sobresalientes de Jördis Triebel y Chara Mata Giannatou. También lo sería por el magnífico manejo del tiempo narrativo y el hábil cambio en los puntos de vista en medio de la historia. Pero One breath es mucho más. En el subtexto de esta historia hay un lúcido retrato de Europa a través de las relaciones entre esos dos personajes que se convierten en metáfora de las de sus países. El nexo entre esas dos posibles lecturas de la película está en la atribución de la culpa y la posibilidad del perdón. La película habla expresamente de ello a través del terrible drama que une y separa a esas dos mujeres, pero también mediante la confrontación que implícitamente se muestra entre la altivez de la Alemania protestante y la humillación del sur católico que podría representar esa Grecia al borde del abismo. Y para esa lectura doble de esta magnífica película hay un personaje secundario que se convierte en central. Es ese intérprete griego que domina el alemán y que, como un Sócrates de hoy, le plantea a esa mujer alemana (y quizá también a otra con mucho más poder) los interrogantes que permitirían entender lo que (le/nos) pasa.  One breath es una película imprescindible. Y toda una lección de cómo contando (muy bien) una historia pequeña se puede estar hablando (también) de algo mucho más grande.