12 de noviembre de 2015. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.
Quizá en la Edad Media, quizá en otro planeta, seguimos en medio del barro y la barbarie a un personaje llamado Don que se mueve entre unos seres alucinados que lo consideran un dios.
Igual que en un cuadro infernal de Brueghel el Viejo, pero en blanco y negro. Con largos planos secuencia en escenarios abigarrados. Con lluvia, barro, niebla, vísceras, gallinas y humanos (vivos o muertos) embrutecidos. No soy capaz de seguir la historia (si la hay), pero me fascinan unas imágenes en las que esas bestias humanas miran a la cámara como lo harían los habitantes hacinados de una ciudad medieval llena de despojos a la que llegara alguien para hacer un documental hiperrealista. Pero lo que cautiva durante media hora se hace muy pesado en casi tres. Tanto que una parte del público no resiste y se va. Otra parece integrarse en el surrealismo eotécnico de la película y reacciona con risas cuando lo escatológico se hace insoportable.