1 de noviembre de 2013. Cines los Prados, Oviedo.
Jon vive feliz con sus amigos, su familia, su buga, su iglesia, sus ligues... Y su porno, que es lo que más le gusta. Hasta que conoce a Bárbara, una chica diez con la que descubre lo que significa tener novia y dejar de consumirlo (porque ella se lo prohibe). Esa abstinencia le hace replantearse las prioridades de su vida.
No hay comparación. Del Tenorio televisivo en blanco y negro a este Don Jon hedonista hay que ver lo que ha mejorado el día de difuntos. Y yo que lo vea. Porque ha sido un placer poder ver a este tipo genial (como personaje, como actor, como guionista y como director) encontrar primero y renegar luego de esa morbosa petarda que Woody Allen convirtió en la icónica actriz que es Scarlett Johansson. Los actoristas ya tendrían muy buenos motivos para ver esta estupenda película. Yo, que soy más de directores, he disfrutado lo indecible por la forma en que Joseph Gordon-Levitt se ha dirigido a si mismo y ha escrito esta más que irónica historia. Porque, además de ser una mina para la sonrisa durante hora y media, es también un espejo sobre la forma en que vivimos y/o (no entremos en detalles) entendemos la vida sexual (y la sentimental, y la familiar...). Hay también, por tanto, mirada reflexiva en esta película: la de la hermana que solo habla una vez, la de un catolicismo que limpia el alma y ayuda a muscular el cuerpo, la que diferencia a la rubia que quiere formar una familia y la pelirroja que ya no la necesita. Así que, aunque no lo parezca, esta trepidante diversión da bastante que pensar. Y lo mejor: sin dejar de sonreir.