7 de noviembre de 2013. Centro Niemeyer, Avilés.
Los pactos de la Moncloa. Ese es el título del musical que quiere hacer Daniel Castro para devolver la ilusión a la gente. Para él eso es mucho más necesario que el cine de Haneke. Aunque no consigue que nadie produzca su película, no renuncia a su idea de llegar a ser un gran cineasta. Por eso ensaya en su cuarto de baño las canciones del musical y las entrevistas futuras en Cannes.
Estupenda ironía subjetiva sobre el drama de un creador imposible. Una semana en la vida de este tipo ilusionado, jeta, bobo y tierno empeñado en hacer cine en España. ¿Un iluso? Daniel Castro no lo parece. De hecho, consigue hacer una película de ese otro cine español que, con pocos medios y mucho ingenio, tanto nos ha hecho disfrutar este año. Un cine en el que destacan algunas historias que tratan precisamente sobre gente empeñada en hacer películas: Mapa de Leon Siminiani, Los ilusos de Jonás Trueba, El tiempo de Plácido Meana de Kike Narcea o esta Ilusión de Daniel Castro. Son cuatro joyas recientes que, además de esa mirada autorreferencial, comparten su condición de pruebas evidentes de que la crisis del cine español no está en su capacidad de ofrecer trabajos excelentes. Tras la sobredosis Haneke de hace unas semanas, las ironías y el desparpajo de Daniel Castro demuestran que, aunque no reciba tanta atención como el del austriaco, se está haciendo un cine magnífico en España.