11 de noviembre de 2013. Cines los Prados, Oviedo.
Adèle es una adolescente que despierta al amor. Primero el de un chico, pero no le satisface. Luego el de Emma, la joven del pelo azul con la que descubrirá la pasión, la convivencia y el sufrimiento por el abandono.
"Tu presencia, tu pose, es sublime". Se lo dice (con razón) un amigo de Emma a Adèle. Y eso debe pensar también Kechiche que decide que la cámara no se separará ni medio metro de su rostro durante casi toda la película. Su boca, siempre entreabierta, su bonita mirada y sus cabellos despeinados hacen de la muchacha una tentación indudable para su novia, para la cámara, para el director y hasta para el jurado de Cannes. Pero la vida de Adèle, propiamente dicha, no es tan interesante. El sexo es tórrido y explícito, pero los diálogos con familias y amistades son bastante insulsos y las escenas escolares resultan excesivas. Como las tres horas de una película que usa todos los resortes para ganarse a públicos bien diversos: los masculinos heterosexuales, los femeninos homosexuales y los que piensan que una película francesa es buena si tiene escenas escolares, diálogos culturales y momentos gastronómicos.