3 de noviembre de 2013. Centro Niemeyer, Avilés.
Guerrilleros, maquis, bandoleros. Hombres que se echaban al monte por militancia o por necesidad. Como Adolfo Quintana, el fugado cuya persecución y muerte reconstruye este documental con los testimonios de quienes lo conocieron.
Luis Felipe Capellín no es hombre de cine, sino de lucha. Lo dijo él mismo al presentar la película. Su lucha es ahora contra el olvido. Así que la memoria ha llenado esta tarde el cine del Niemeyer. En la pantalla con una biografía trágica. En la sala con un público entregado, como corresponde a familiares, paisanos y camaradas del protagonista. Entre los testimonios del documental destacan los de Gerardo Iglesias que hilvana el recuerdo de las peripecias de Quintana y las de su propio padre con los avatares del partido comunista y del país durante la postguerra. En el coloquio Capellín completó su relato con referencias tan interesantes como la entrevista entre Stalin y Pasionaria que puso fin a aquella lucha y que quizá fue la causa remota de la muerte de Quintana y de otros guerrilleros. O la emotiva evocación de lo que debieron sufrir antes de morir en la cárcel de Oviedo aquellos a los que la tortura convirtió en delatores de sus propios camaradas. Así que es bastante honesta esta lucha contra el olvido de Luis Felipe Capellín. Y necesaria en un país tan dado a la amnesia.