viernes, 31 de enero de 2014

Presentimientos

de Santiago Tabernero. España, 2013. 100’.
31 de enero de 2014. Cines Van Dyck, Salamanca.

Julia y Felix van a pasar unos días en la costa. Lo necesitan. Cuando llegan al apartamento discuten por el olvido de una bolsa con cosas del bebé. Ella sale con el coche a comprarlas. Es de noche. Llueve. Se pierde. De repente unas luces y el ruido de un accidente. Sale del coche. No hay nada. Deambula por la zona buscando a Félix y al niño. Pasarán varios días sin que consiga encontrarlos. Los mismos que él pasa en el hospital esperando a que ella salga del coma.

Lo real y lo soñado como vidas paralelas. No hay trampas. El sueño de ella se construye a partir de retales bien dosificados. Las inquietudes de él nos van revelando como fue su relación desde el encantamiento inicial hasta la crisis de ahora (un tema que Cienfrance trató como nadie en Blue Valentine). Hay homenajes cinéfilos expresos: la historia de esta pareja comenzó con la misma frase con que cerraba la suya la de la última película de Kubrick. O implícitos: El Jefe de Todo Esto, el Dios de Von Trier, es aquí el dueño de la Felicidad, el garito en el que Julia encuentra a su amante buscando a su marido. Hay buenas interpretaciones (Marta Etura y Eduardo Noriega consiguen mantener la difícil tensión de esta historia doble) y hasta algún cameo (Jaime Chávarri como neurólogo). Aunque estos Presentimientos oníricos no son como los de Abre los ojos ni los de Origen, se ven con interés si se acepta como verosímil la continuidad del sueño de Julia.

jueves, 30 de enero de 2014

¿Qué hacemos con Maisie?

de Scott McGehee y David Siegel. EE.UU., 2012. 99’.
30 de enero de 2014. Cines Van Dyck, Salamanca.

La niña tiene seis años y es una delicia. Los padres son una estrella del rock y un tipo que trabaja en el negocio del arte. Se divorcian. Luego se emparejan bilateralmente. Y también se separan de sus nuevos novios. La nena va de acá para allá todo el tiempo.

Los padres de Maisie son malísimos. Están abducidos por sus respectivos trabajos. Ese es el tópico principal de una película llena de ellos. Una historia que quiere presentarse como la mirada infantil sobre los conflictos adultos. Pero es al revés. Es al espectador adulto al que se quiere hipnotizar con esa monada. La cámara quizá consiga embobar a quien piense que los niños en el cine están para que se nos caiga la baba. Yo los prefiero en historias que cuenten algo más que lo monos que son. ¿Qué hacemos con Maisie? No lo sé. Pero con la película lo tengo muy claro: quitarla cuanto antes de las carteleras (¡con las magníficas películas españolas que no llegan a ellas!). Esta vez no he tenido suerte. Como todos los años (desde hace ya seis) he venido a Salamanca para impartir mis sesiones en el máster de estudios sociales de la ciencia. Por la noche, si puedo, suelo ir a los Van Dyck, que siempre tienen buenas películas (aquí vi el año pasado la magnífica Blue Valentine). Pero, ya digo, esta vez no ha habido suerte.

miércoles, 29 de enero de 2014

Sister

de Ursula Meier. Suiza, 2012. 97’. 
29 de enero de 2014. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Simón es un ladronzuelo suizo de doce años. En la estación invernal roba de todo: esquís, gafas, cascos, guantes... Cosas que luego regala o vende a sus amigos. Y también bocadillos que come con su hermana. Ella no siempre trabaja. Malvive con él y casi de él. Sus novios acaban huyendo cuando Simón les dice la verdad.

Él quiere hacerse adulto pero no deja de ser un niño. Ella es madre pero no ha dejado de ser una adolescente. Los dos se necesitan pero no saben cómo quererse. Una historia triste en la próspera Suiza. Arriba está la riqueza de los que disfrutan esquiando y a los que los robos del niño apenas afectan. Abajo está ese no-lugar en el que los dos malviven en un edificio absurdo. Una sencilla fábula sobre seres humanos con horizontes difíciles en el país de las montañas bellas.

domingo, 26 de enero de 2014

El lobo de Wall Street

de Martin Scorsese. EE.UU., 2013. 179’. 
26 de enero de 2014. Parqueastur, Corvera.

Jordan Belfort fue el lobo de Wall Street. Leonardo DiCaprio interpreta el ascenso y caída de este vendedor de humo que era adicto, entre otras muchas cosas, a multiplicar su riqueza especulando con la ambición de los demás.

Tres horas con Leonardo DiCaprio en una película de Scorsese. Como cabía esperar no se hacen largas. Pero no aportan más que un ameno repaso a la historia excesiva de este tiburón financiero con maneras de predicador. Un charlatán que fascina a los vendedores que trabajan para él y que parece vendernos su propia historia a nosotros. De hecho, DiCaprio nos mira desde la pantalla mientras nos va relatando los excesos de su personaje. Con el dinero, con las drogas, con el sexo y con los demás. Escenas como la de Popeye o la de la tempestad en el Mediterráneo me hacen pensar que también a Scorsese se le ha ido la olla (o que ha visto a Torrente y le quiere emular). Aunque quizá resultan clarificadoras: El lobo de Wall Street es una película entretenida pero no aporta nada a la comprensión de lo que ha pasado. Si los males que padecemos hubieran sido causados por tipos como este, todo sería más fácil. Pero los verdaderos culpables, los malos de verdad, no son tan histriónicos. Y no hay FBI que acabe con ellos.

sábado, 25 de enero de 2014

Stockholm

de Rodrigo Sorogoyen. España, 2013. 90’.
25 de enero de 2014. Centro Municipal Integrado Pumarín, Gijón.

Él la ve en una fiesta. Ella le mira un instante. Él le dice que se ha enamorado. Ella se va. Él la sigue. Ella no quiere estar con él. Él insiste. Parece loco de amor por ella. Se lo demuestra con simpatía. Y en la azotea de su casa la convence antes del amanecer. Ella despierta. Él ya se ha levantado. Ella quiere quedarse. Y que él se quede con ella. Él tiene que irse. Y quiere que ella también se vaya. La mañana no es como la noche. Él ya no parece enamorado. Pero ella no cede e insiste en quedarse. Él la maltrata. Ella sube a la azotea. Y también le demuestra que está loca por él.

Magnífica. Naturalista. Onírica. Simétrica. Deliciosa. Inquietante. Singular. Todo eso y mucho más es esta más que sobresaliente Stockholm de Rodrigo Sorogoyen. El diálogo preambular entre los dos amigos es ya una cautivadora aproximación a ese mundo veinteañero en versión masculina. Luego, el asedio nocturno de ese depredador simpático parece un espléndido homenaje madrileño al cine de Linklater con un guión perfecto que no se sabe a dónde llevará. Y de repente otra película. En la que el blanco de la mañana y la cortesía fría de él le pone las cosas muy negras a ella. Y a nosotros, que nos sentimos engañados por aquella deliciosa locura de amor que parece haberse  desvanecido y que ahora tememos la locura que todo esto puede provocar. Pero ella no hace lo que se espera. No acepta haber sido engañada. Se rebela y nos muestra la otra cara de la moneda. La prueba de amor de él nos resultó muy grata, pero la de ella nos parecerá terrible. Si la intención de Sorogoyen fuera feminista (quizá también lo es) sus simetrías inversas serían una de las más lúcidas y refinadas denuncias de la desigualdad entre los sexos que se han visto en una pantalla. Pero su película es mucho más que eso. También formalmente. La azotea en la que ella parece mandar en la mañana no solo se opone a la de las vistas nocturnas de las que él se sabe dueño. También a esa calle en que él devora la vida y ella le ofrece la suya. Pero quizá esa mañana blanca y oscura no haya ocurrido. Quizá solo sea una pesadilla de ella. Y quizá la noche también sea solo un sueño de él. Quizá los dos aún deban despertar.

viernes, 24 de enero de 2014

Pensé que iba a haber fiesta

de Victoria Galardi. Argentina, 2013. 85’. 
24 de enero de 2014. Cines Groucho, Santander.

Entre navidad y fin de año Lucía estará fuera y Ana cuidará de su casa. Son dos buenas amigas. Ana es una actriz española que lleva ocho años viviendo en Buenos Aires. Lucia lleva tres separada. En esos días Ana y el exmarido de Lucía inician una relación. La nueva situación las desestabilizará a las dos.

En una semana hemos visto dos buenas películas en las que Valeria Bertuccelli hace de amiga íntima del personaje principal (aquí una Elena Anaya con una interpretación sobresaliente). Son películas con títulos que parecen frases de la vida cotidiana. Como lo que las dos muestran: instantes intrascendentes que destilan formas de vivir y de sentir. Todos queremos lo mejor para ella es invernal y dolorida. Pensé que iba a haber fiesta es estival y más amable. La vida de Lucía en esas afueras de Buenos Aires (camino de Tigre, seguramente por San Isidro) parece muy grata. Y su relación con Ana es la de dos amigas que se quieren y se tienen confianza. Por eso la nueva relación inesperada lo desestabiliza todo. Y aparecen recelos que cualquiera podría sentir. Cine máximo con recursos mínimos. Intimidades cotidianas compartibles. Hasta la breve presencia del personaje que interpreta Esteban Lamothe (que mantiene el gesto de El estudiante) aporta bastante diciendo muy poco. Mar Coll y Victoria Galardi son magníficas construyendo buen cine sobre vidas cercanas con historias sencillas. En esta escapada corta a Santander la elección de la película (acierto pleno) también lo ha sido por la sala. Los cines Groucho están en el centro y llevan diez años programando buen cine de autor. Su ambiente rezuma pasión por el cine: carteles preciosos por todas partes, magníficas hojas de mano multicopiadas y hasta una página web estupenda en la que casi se intuye cómo son las tres personas que llevan estas salas. Sin embargo, las conocemos justo en la semana en que su dueño acaba de anunciar que las pone a la venta. No las cierra y no dejará de programar hasta que alguien se haga cargo de ellas. Ojalá que sea solo una llamada de atención. Los santanderinos deberían volcarse. Llenar estas salas que programan tan bien. Disfrutar de tener en el centro de su ciudad un nodo privilegiado con la mejor cultura europea. Animar a su dueño para que siga adelante. Porque tiene el apoyo de todos. Porque se le agredece lo que hace. Nosotros se lo hemos dicho a la salida. Después de que, ya encendidas las luces, él entrara a la sala e hiciera la mejor síntesis de la película: "cómo se puede hacer tanto con tan poco". Justo lo que él hace en su negocio (¿negocio?). Nuestras escapadas a Santander seguramente serán más frecuentes cuando se inaugure el edificio de Renzo Piano. Ojalá que podamos volver muchas veces a los cines Groucho. Y ver de nuevo allí películas tan buenas como ésta.

miércoles, 22 de enero de 2014

Todos queremos lo mejor para ella

de Mar Coll. España, 2013. 120’. 
22 de enero de 2014. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Ella es Geni. Ha tenido un grave accidente que le ha dejado secuelas. Su cojera es bien visible. También su incapacidad para retomar su vida anterior. El reencuentro con Mariana, una amiga de la adolescencia, le hace plantearse la posibilidad de huir hacia una nueva vida.

En Tres días con la familia Mar Coll hizo un magnífico retrato de la (in)estabilidad familiar con una muerte previa como detonante de la historia. Aquí es un accidente anterior el que también motiva el naufragio vital de esa Geni que intuimos radicalmente distinta a la que debió ser. Es, por tanto, la historia de una mujer descarrilada. Alguien cuya vida seguía un camino definido (bien lejano del de esa Mariana nómada) que ahora no puede continuar. Pero no es solo una historia sobre las minusvalías físicas o psíquicas que de repente podrían cambiar la vida de cualquiera. Es también una crónica de ese extrañamiento vital que cualquiera puede sentir con solo pensar en las posibilidades que su vida ha ido descartando. El personaje a la deriva de Geni (magnífica Nora Navas), su relación con Mariana y las pinceladas con que Mar Coll define tan bien a esa familia catalana hacen que Todos queremos lo mejor para ella no defraude a quienes no hemos olvidado la intensidad de aquellos Tres días con la familia.

martes, 21 de enero de 2014

Un cerdo en Gaza

de Sylvain Estibal. Francia, 2011. 99’. 
21 de enero 2014. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Un pescador de Gaza atrapa en sus redes a un cerdo. Intentar matarlo, comerciar con su semen, prestárselo a una judia rusa y usarlo para un atentado son algunas de las cosas que hará con él.

La Vaquilla bien podría ser la inspiración de esta comedia porcina con humor pueril y final irenista. Seguramente esas buenas intenciones son las que hacen aceptable una burla que banaliza tabúes y ridiculiza asuntos muy serios. Berlanga esperó medio siglo para ironizar sobre la Guerra Civil. Por desgracia, los conflictos con los que bromea esta película no son nada pretéritos. Es evidente que ésta no será la mejor pero es reconfortante que la Casa de la Cultura vuelva a programar buen cine en versión original cada semana. Aunque la difusión es mínima, hay (como siempre) bastante público en la sala. En las próximas semanas se proyectarán joyas como La herida (el 28 de enero) y De tal padre tal hijo (el 4 de febrero). También películas que a mi me han gustado menos pero que han sido muy premiadas, como Una familia de Tokio (el 25 de febrero). Y otras que no he visto pero me interesan, como Lore (el 11 de febrero) o Una vida sencilla (el 18 de febrero). La Casa de la Cultura de Avilés vuelve así al lugar que le corresponde en la exhibición de buen cine. Eso que ha venido haciendo tan bien desde hace más de treinta años una vez a la semana.

lunes, 20 de enero de 2014

3 bodas de más

de Javier Ruiz Caldera. España, 2013. 94’. 
20 de enero de 2014. Parqueastur, Corvera.

Ruth rompe con su novio en la boda de una amiga. Poco después la invitan a tres. La de un exnovio surfero, la de otro que ahora será novia y la del que la acaba de dejar. Un becario de su laboratorio la acompaña. Al principio solo como amigo.

Comedia sentimental sobre una treintañera que aprende de boda en boda que para levantar la autoestima no hay nada como la música de Europe y tener a mano un novio más joven. El efectismo generacional es seguramente el mayor defecto de una película que no tiene más aspiración que la comercial.

domingo, 19 de enero de 2014

Costa da morte

de Lois Patiño. España, 2013. 81. 
19 de enero de 2014. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Leñadores, pescadores, cazadores, paseantes, marineros, bañistas, mariscadoras, campaneros, percebeiros, bomberos... Los afanes cotidianos de un paisanaje en un paisaje. El de la costa de la muerte.

Gente en sitios. Con permiso de Cavestany, ese también podría ser el título del documental de Patiño. Las dos películas comparten una mirada aparentemente incidental sobre gentes diversas en lugares concretos. Los de Cavestany son siempre urbanos y algo oníricos. Los de Patiño están en los bordes de un territorio muy real. En lugares que, más que filmados, parecen retratados con encuadres casi pictóricos (como esas mariscadoras que recuerdan a las figuras de Genovés). En Costa da morte la pantalla es como una ventana desde la que contemplamos paisajes abiertos en hermosos planos fijos de duración variable. Las personas se ven lejos, sin rostros definidos. Pero las oímos muy cerca. Nos sentimos casi al lado de esas gentes que pegan la hebra en medio de paisajes cautivadores. Las escenas se encadenan con parsimonia. La justa para disfrutar con lo que se ve y lo que se oye. Con las imágenes de esos percebeiros que parecen cangrejos refugiándose cuando llega la ola. Con los diálogos entre esos marineros que lamentan y justifican el nombre de su territorio. El documental llega al Niemeyer con mucho prestigio (premiado en Locarno y Sevilla, ha inaugurado el último festival de Márgenes). Nos lo presenta esta noche el propio Lois Patiño que responde amablemente a las curiosidades del público conocedor del lugar. También nos comenta esa intencional dualidad de unos paisajes abiertos en los que sentimos muy cerca, casi táctilmente, la vida cotidiana de unas gentes que vemos siempre a lo lejos. Grata película y grato encuentro el de esta noche. Retomamos así en el nuevo año una buena costumbre. La de recibir (con llenazo) en el cine del Niemeyer a buenos directores que nos presentan buenas películas.

miércoles, 15 de enero de 2014

Perder la razón

de Joachim Lafosse. Bélgica, 2012. 110’. 
15 de enero de 2014. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Mounir es un joven marroquí que vive apadrinado por André Pinget, un médico belga que también acogerá a su novia Murielle. Mounir y Murielle se casan y tienen cuatro hijos, siempre en casa del doctor Pinget. Pero Murielle se siente cada vez más agobiada. 

La escena de los cuatro ataudes entrando en el avión al principio de la película y la de los cuatro niños que la madre va llamando al final son las más inquietantes de un drama que, según parece, está inspirado en hechos reales. El progresivo deterioro de Murielle y el ambiguo papel del médico (¿un angel de la guarda o un parásito de los afectos?) están también muy logrados en las interpretaciones de Émilie Duquenne y Niels Arestrup. Pero, más allá de la desazón por el desenlace anunciado, la película se resiente de cierto desequilibrio. El de comenzar centrando la atención en la relación entre Mounir y su mentor para desplazar el protagonismo después a esa Murielle desquiciada que desencadenará la tragedia.

martes, 14 de enero de 2014

Casas para todos

de Gereon Wetzel. Alemania-España, 2013. 58’. 
14 de enero de 2014. Centro de Cultura Antiguo Instituto, Gijón.

Urbanizaciones deshabitadas. Calles aptas para monopatines y autoescuelas. Rebaños de ovejas pastando entre adosados sin terminar. Ruinas modernas de un país desolado. Y las voces en off de Aznar, el Pocero o Fabra sobre una pantalla en negro. Como el presente que nos legaron aquellos años en que todo debía ser urbanizable. Y todos hipotecables.

La excelente iniciativa El documental del mes (en cuya red se integran los centros culturales de Gijón) estrena el año con este mediometraje lleno de planos fijos poéticos en paisajes urbanos absurdos. La catástrofe viene de aquel tiempo en que Fabra inauguraba aeropuertos sin aviones para que pasearan los seres humanos (lo dice él mismo en el discurso de inauguración del de Castellón), el Pocero se ensañaba con Seseña y prometía acabar con el paro si le dejaban urbanizarlo todo (también lo dice él mismo) y Aznar iniciaba el desastre con aquella ley del suelo que llevó a que en España se construyera más cada año que en Alemania y Francia juntas (también es su voz la que se jacta de ello con la pantalla en negro). El documental me ha recordado a la exposición Ruinas modernas que vimos el año pasado en la Fundación ICO de Madrid. En ella se mostraban fotografías de la pesadilla en que se han convertido los lugares en los que se iban a realizar los sueños de los folletos y videos publicitarios con que se engañó a tantos incautos. Pero aquella muestra estaba en la salas de abajo. En la de arriba Spain mon amour (la otra mitad de aquella exposición combinada) mostraba las maquetas de las obras de arquitectos inteligentes y responsables que, mientras se hinchaba la burbuja, no dejaron de desarrollar proyectos sostenibles y necesarios. Porque otra arquitectura y otro urbanismo es siempre posible. Eso comentábamos con los estudiantes de arquitectura que nos explicaban aquellas maquetas. Con ellos echábamos cuentas sobre la diferencia entre las bellas arquitecturas hechas a escala humana y los proyectos de los megalónamos. El ejemplo lo tenemos bien cerca: nuestro querido Centro Niemeyer costó nueve veces menos que el impertinente y problemático edificio de Calatrava en Oviedo y diez veces menos que la inconclusa e inútil Ciudad de la Cultura de Santiago. Algo parecido pasaba con las viviendas de aquellos años. Y es que en arquitectura y en urbanismo tampoco conviene confundir valor y precio.

lunes, 13 de enero de 2014

The Grandmaster

de Wong Kar Wai. EE.UU., 2013. 130’. 
13 de enero de 2014. Cines los Prados, Oviedo.

La pervivencia del legado ancestral de las artes marciales. Una historia de amor imposible entre la hija de un gran maestro de Kung Fu y un noble combatiente del sur. Y al fondo la convulsa historia de China entre los años treinta y sesenta.

Deseando amar y My blueberry nights compartían ese esteticismo radical que hace tan reconocible el fascinante cine de Won Kar Wai (excepto quizá su fallida 2046). Pero no conmovían solo por la belleza de unas imágenes en las que la cámara parece mecerse saturando de colores las retinas. Aquellas historias también emocionaban. En The Grandmaster Won Kar Wai sigue fiel a su estilo. De hecho, el personaje principal (el que interpreta ese genio de la gestualidad inmóvil que es Tony Leung Chiu Wai) nos lo dice directamente al final de la película. "¿Cuál es tu estilo?", nos pregunta el maestro de Bruce Lee refiriéndose a los de las artes marciales. Pero es más bien el propio director quien, afirmando el suyo, parece lanzarnos esa pregunta con chulería torera. El paso tangencial por Hong Kong al final de la historia parece evocar la pasión de Deseando amar, pero ni la historia de amor, ni el legado cultural, ni el trasfondo histórico me han interesado en The Grandmaster. Lo que (inesperadamente) más me ha gustado  de la película son las escenas de lucha en medio de la luz, el agua, el vapor y la nieve. Creo que la he disfrutado más porque desde el comienzo la he tomado como una ópera o un espectáculo de danza. Y me ha parecido magistral en ese género fronterizo que han visitado con acierto directores como Saura (Fados, Flamenco) o Wenders (Pina). Sé que no era esa la intención del director. Pero esta vez la belleza de la forma es incomparablemente superior a la materia de la historia. Estilo Kar Wai en estado puro.

domingo, 12 de enero de 2014

Agosto

de John Wells. EE.UU., 2013. 121’. 
12 de enero de 2014. Cines los Prados, Oviedo.

Es agosto. Hace calor. Beverly Weston contrata a una mujer para que cuide de Violet. Ella tiene cáncer de boca y es adicta a los fármacos. Él desaparece. Pronto se sabrá que se ha suicidado. Las tres hijas del matrimonio regresan a casa. El reencuentro desata tensiones. Y revela la profunda amargura de esta familia cuya mayor debilidad es la fortaleza de algunos de sus miembros. 

La asfixiante atmósfera de esta radiografía de las relaciones familiares ya me había impresionado cuando la vi hace cuatro años en Buenos Aires en el montaje de Claudio Tolcachir (nadie mejor) con aquella inmensa casa de muñecas en la que mandaba Norma Aleandro. Por eso tenía mucho interés en ver la versión cinematográfica de la premiada obra de Tracy Letts. El guión es perfecto. La dirección sobria e impecable. Las interpretaciones más que mayúsculas. Meryl Streep y Julia Roberts lo bordan, pero los demás no pueden ser llamados secundarios. Agosto es excelente teatro magníficamente llevado al cine. Hace pocas semanas me impresionó aquel retrato familiar extremo de Killer Joe. El de este Agosto es más verosímil, pero no menos intenso. Ambos son sobrecogedores. Tracy Letts tiene la suerte de que sus textos se conviertan en películas poderosas con interpretaciones magistrales. Así que ha sido una delicia disfrutar en enero (en una sala casi llena) de la canícula familiar de este Agosto en el Medio Oeste.

sábado, 11 de enero de 2014

Blackfish

de Gabriela Cowperthwaite. EE.UU, 2013. 83’. 
11 de enero de 2014. Centro Municipal Integrado Pumarín, Gijón. V.O.S.

Tilikum es una orca que ha causado varias muertes en los parques acuáticos de la empresa Sea World. Grabaciones antiguas y entrevistas actuales componen un documental que cuestiona los espectáculos con esos animales. 

El conocimiento de los mamiferos marinos y la sensibilización para su protección son las coartadas para exhibirlos en parques acuáticos. Pero es la espectacularidad de lo que hacen lo que realmente despierta el interés del público. Algo parecido podría decirse de esta película. Su denuncia de las prácticas de esa empresa es la forma políticamente correcta de sacar partido a la truculencia de ciertas imágenes y la emotividad de algunos testimonios.

jueves, 9 de enero de 2014

Autobiografía de un mentiroso

de Bill Jones, Ben Tim­lett y Jeff Simp­son. Reino Unido, 2012. 85. 
9 de enero de 2014. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Un homenaje a Graham Chapman, miembro de los Monthy Python fallecido en 1989. Diversos estilos de animación se yuxtaponen en esta (auto)biografía alocada.

Adoradores eruditos del universo Python (que es bastante más que La vida de Bryan) y  degustadores de una animación psicodélica e hiperhomosexualizada son los públicos naturales de esta singular película. A los demás nos llaman la atención algunas imágenes, pero miramos el reloj para ver cuánto falta.

miércoles, 8 de enero de 2014

Le Week-End

de Roger Michell. Reino Unido, 2013. 93’. 
8 de enero de 2014. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Nick y Meg vuelven a Paris. Será un fin de semana intenso para estos maduros británicos. Él es un profesor de filosofía al que han pedido que se jubile y ella es una maestra que enseña biología pero quisiera hacer otras cosas. Entre complicidades y tensiones vivirán un fin de semana especial. Por encima de sus posibilidades económicas. Pero no sentimentales.

En reyes hemos regalado la trilogía de Linklater. Y casi podría acompañarla este Le Week-End como cuarta entrega perfecta. Como Antes del amanecer esta historia también comienza en un tren. El que lleva a esta pareja de monógamos reflexivos a París. Allí parece que van a revivir su luna de miel, pero ella prefiere la pasión a la evocación y la cosa resulta bastante mejor. Para ellos, para los invitados a la cena del amigo de Nick y para nosotros, que disfrutamos con esta estupenda historia sobre el amor en la edad tardía. Las conversaciones ácidas y plácidas de este matrimonio que confronta y sintoniza, las ironías y travesuras de esta curiosa pareja (magníficamente interpretada por Jim Broadbent y Lindsay Duncan) hacen que interese todo lo que les pasa (en París y en la vida). El lamentable trailer de la película hizo que no fuéramos a verla cuando estuvo en las salas comerciales. Por fortuna, el Valey ha abierto con ella su programación de este año y hemos podido ver ahora esta deliciosa historia. Linklater no podrá obviarla si se anima a mostrarnos como les va a Celine y a Jesse dentro de unos años.

viernes, 3 de enero de 2014

A propósito de Llewyn Davis

de Joel Coen y Ethan Coen. EE.UU., 2013. 105’. 
3 de enero de 2014. Cines los Prados, Oviedo.

Llewyn Davis es un cantante de folk. O un fracasado. Canta en el Gaslight Café, se aloja en los apartamentos de sus amigos del Greenwich Village (o del Upper West Side) y viaja hasta Chicago buscando el éxito. Siempre lleva una guitarra y un gato. Y la tristeza de haber perdido al amigo con el que cantaba.

Esos días de crudo invierno en Manhattan (y en Chicago) siguiendo a este músico triste y puro seguramente deberían recordar al Ulises de Joyce, pero yo no he dejado de pensar en El guardián entre el centeno de Salinger. Como Holden, Llewyn Davis deambula por Nueva York viviendo intensamente los últimos días antes de asumir definitivamente su fracaso y dar un nuevo rumbo a su vida. "Si nunca fue nueva y nunca envejece es una canción folk". Se lo dice Llewyn Davis (trasunto ficticio de Dave Van Ronk) al público en su última noche en el Gaslight Café (que podría ser también la primera de Bob Dylan allí). Pero esa frase quizá nos la están diciendo los Coen a nosotros para definir su propio cine. O al menos esta variante hermosa y contenida que evoca atmósferas de un tiempo y un lugar en torno a este personaje dulce y huraño. Como un gato perdido y encontrado en las calles de Nueva York. Un gato llamado Ulises.