lunes, 31 de agosto de 2020

La Boda de Rosa

de Icíar Bollaín. España, 2020. 100.
31 de agosto de 2020. Cines Los Prados, Oviedo.

Rosa es muy amable y servicial. En la empresa en la que trabaja como modista. Con la hija que malvive en Inglaterra con dos bebés. Con el hermano separado y los sobrinos a los que ella atiende. Con la hermana que tiene un trabajo mejor que el suyo pero abusa del alcohol. Con el padre que no se ha adaptado a su reciente viudedad y ahora quiere vivir con ella. Hasta con la amiga que le deja su gato y con la vecina que le pide que le riegue las plantas. Pero un día decide acabar con todo eso y volver a Benicasin para abrir la tienda de corte y confección que tenía su madre. Y también para casarse. Así que los ha invitado a una boda muy especial. La que celebrará con ella misma para comprometerse a que se querrá y se respetará siempre y por encima de todo.

El preámbulo onírico en el que Rosa corre por las calles valencianas y acaba llegando a la playa es ya una magnífica síntesis de esta historia de una mujer superada que decide dejar de vivir para los demás y empezar a quererse. Icíar Bollaín ha decidido que su película sea luminosa, alegre y levantina. Así que le va estupendamente ese tono de comedia edificante con aliento neorrealista. Su película se sitúa en ese difícil lugar entre la comedia familiar con enredos berlanguianos y la reivindicación de un amor propio que no reniega de las bodas siempre que sean solipsistas y un puntito feministas. En su apuesta había riesgo pero jugaba sobre seguro con un elenco tan formidable y con registros tan atinados como los que ofrecen Sergi López, Nathalie Poza, Paula Usero y Ramón Barea componiendo los personajes de esta familia que, sin saberlo, orbita en torno a Rosa, ese mujer buena y decidida  que borda, como era de esperar, una Candela Peña soberbia.

miércoles, 12 de agosto de 2020

The bra

de Veit Helmer. Alemania, 2018. 90.
12 de agosto de 2020. Cines Van Dyck, Salamanca.

Un maquinista que lleva un tren de mercancías por las vías de una zona rural del Cáucaso atraviesa cada día las casas de un poblado. Un niño va apartando a los vecinos que echan partidas o tienden sus ropas cruzando la vía. Un día el maquinista ve a través  una ventana el escorzo  de una mujer que se está quitando un sostén. Es el mismo que poco después se quedará enganchado en su máquina. Con la ayuda del niño, intentará localizar a esa mujer para devolverle el sujetador.

Una delicia sin palabras. Un combinado entre el Playtime de Jacques Tati (en versión rural), la Amelie de Jean-Pierre Jeunet (con menos aceleración y sin narrador) y The artist de Michel Hazanavicius (con más modestia y con colores deliciosos). Así es esta sencilla y originalísima película de Veit Helmer que tiene el aire de un cuento simplísimo y bondadoso y que, más allá de la excusa de la devolución del sostén, consigue armar una historia con imágenes bellísimas, tono siempre tierno y una estructura mucho mejor articulada de lo que en principio podría parecer. De hecho, el protagonismo de ese conductor maduro no es menor que el de las mujeres del pueblo ni el de esos otros secundarios deliciosos: el niño con maneras de perrillo bueno o el ayudante del maquinista con vocación de mecánico musical. Así que es una lástima que también en esta película que no tiene ni una sola palabra se tenga que colar como siempre el inglés. The bra no solo es un título malo porque esté en ese idioma monopólico (aunque no creo que suene mejor que El sostén o El sujetador) sino porque nos hurta el contenido del título original de la película: Vom Lokführer, Der die Liebe suchte... (Del conductor del tren que buscaba el amor...) De eso va esta película. No de un maquinista que portaba un sostén.

sábado, 1 de agosto de 2020

Supernova

de Bartosz Kruhlik. Rumanía, 2019. 78.
1 de agosto de 2020. Atlàntida Film Fest. Filmin, Palma de Mallorca. V.O.S.

Una mujer avanza por una carretera secundaria con sus dos hijos de la mano. Quiere dejar atrás para siempre a ese marido impresentable que durante un tramo los sigue borracho. Por la carretera apenas pasan coches, solo uno negro grande y lujoso que, tras encontrarse con el hombre, acaba atropellando a la mujer y a los niños. Quien lo conduce es alguien importante, seguramente un político, que deja el coche allí y se aleja de la escena dantesca que ha provocado.

Lo que sigue después es aproximadamente una hora en la que habrá ambulancias, policías, bomberos y gentes de la zona. La incompetencia de algunos, la implicación insoportable de otros, la agresividad macarra de los más jóvenes y la corrupción del que causó el mortal accidente se dan cita en esta historia hiperrealista que no se aleja nunca del lugar de los hechos pero tiene el estimable pudor de evitarnos lo macabro. Es, por tanto, una historia en tiempo real magníficamente trabada, al modo de las mejores tragedias clásicas, que también contiene un retablo social nada complaciente con algunos aspectos de la sociedad polaca. Supongo que su visionado estaría muy bien en las escuelas de policías de cualquier parte del mundo, pero más allá de su utilidad pedagógica o contextual, Supernova es una película magnífica que prestigia al festival que la programa, en este caso el Festival Atlàntida. Sería estupendo poder disfrutarlo en Palma de Mallorca, pero gracias a Filmin podemos seguirlo desde casa y no perdernos películas tan buenas como esta.

Merkel

de Stephan Wagner. Alemania, 2020. 118.
1 de agosto de 2020. Atlàntida Film Fest. Filmin, Palma de Mallorca. V.O.S.

La crisis de los refugiados sirios en el verano de 2015 vista desde la posición de Angela Merkel. Las tensiones dentro de su gobierno, con los Länder, con el gobierno húngaro... Y la resistencia decente de una mujer que consiguió que Alemania no cometiera otro error inmenso.

La película empieza donde acaba Comportarse como adultos, aquel magnífico retrato intrahistórico sobre la crisis griega desde el punto de vista de Varoufakis. Aunque la película de Costa-Gavras es mucho mejor que esta, este diario  sobre Angela Merkel en un verano tan complicado como el de 2015 también resulta fascinante. Como en general lo es ese género emergente del seguimiento inmediato de políticos (por citar otros ejemplos que casi compondrían un buen ciclo sobre el tema, son también estupendas películas como Los consejos de Alice de Nicolas Pariser sobre un alcalde socialista de Lyon, Alcaldesa de Pau Faus sobre Ada Colau o Política, manual de instrucciones de Fernando León de Aranoa sobre Podemos entre su primer Vistalegre y sus primeras elecciones generales). Cabe pensar si la integridad moral y la excepcional decencia de Angela Merkel en aquella agudización de la crisis de los refugiados durante el verano de 2015 (sobre todo por el comportamiento canalla del gobierno húngaro y la inmoralidad de los restantes socios europeos -Rajoy incluido- que obviaban la importancia de esa catástrofe para la conservación de los valores europeos) no estaría psicológicamente motivada por una suerte de compensación moral a la dureza con que promovió aquel austericidio al que se sometió a Grecia en aquella primavera. De hecho, esta hipótesis pendular se confirmaría en la manera en que el tema de los refugiados sirios quedó zanjado (que no resuelto) pocos meses después.  Esto ya no se muestra en la película, pero también fue Angela Merkel quien promovió y consiguió a comienzos de 2016 esa actuación indecente por la que la Unión Europea paga desde entonces a Turquía para que se convierta en nuestro patio trasero donde quedan retenidos los refugiados que quieren venir a Europa. RE-FU-GIA-DOS: gentes que huyen de una guerra y que, por tanto, tienen derecho al asilo, no a un hacinamiento lejano.