sábado, 30 de noviembre de 2019

La hija de un ladrón

de Belén Funes. España, 2019. 102.
30 de noviembre de 2019. Cines Los Prados, Oviedo.

Sara sale adelante como puede. Vive en un piso de acogida con su bebé y trabaja como limpiadora aunque está a punto de conseguir un contrato como auxiliar de cocina. También está intentando tener la custodia de su hermano pequeño que vive ahora en un centro de menores. Ella es una joven tenaz que no se rinde. Pero también querría tener más afecto. Por ejemplo, el del padre de su hijo, un chico con el que se lleva muy bien pero que sigue viviendo en casa de sus padres. O el de su propio padre que acaba de salir de la cárcel y le complica la vida.

Algunas primeras películas son ya una joya. Por ejemplo, esta de Belén Funes que por el tema y por las formas es fácil comparar con el cine de los hermanos Dardenne. Mejor dicho, con sus mejores películas (Rosetta, La chica desconocida...) y en esa comparación Belén Funes saldría muy bien parada. Aunque si hubiera que buscar referencias nacionales se me ocurren algunas tan magníficas como La herida de Fernando Franco o La soledad de Jaime Rosales. Así de buena es esta historia en la que interesa tanto esa cotidianidad que vemos como lo que intuimos de la vida anterior de los personajes. Solo el título se hace extraño en una película con interpretaciones memorables de Greta y Eduard Fernández. Por este papel ella debería recibir muchos premios y muy buenas propuestas para otros trabajos notables y él... Bueno, dejémosle todo el protagonismo a ella que el buen hacer de su padre es ya resabido. La hija de un ladrón podría tener también parentesco con el mejor cine de Ken Loach, pero la mirada de Belén Funes es más sutil y contenida. No es la denuncia de injusticias lo que aquí se presenta. De hecho, hay bondad en todos los personajes y nadie es realmente culpable de la aspereza de las vidas que se retratan. Ni siquiera ese padre impulsivo y emotivo y que resulta tan normal como la vida de la que habla Sara cuando le preguntan por la suya. La hija de un ladrón es cine superlativo que no merece ser vista en unas condiciones de proyección lamentables que las producciones estadounidenses no permitirían en ninguna sala para sus aparatosos engendros. Hace unos días veíamos Madre de Rodrigo Sorogoyen, otra joya española que le da mil vueltas a la mayoría de las películas vecinas en la cartelera, e igual que nos ha pasado con esta tuvimos que conformarnos con verla con una luminosidad bajísima que seguramente algunos espectadores habrán achacado a la voluntad de sus directores y no a la falta de control sobre las condiciones en que se exhiben en nuestro país las obras de arte. Y es que conviene recordarlo: aunque mucho de lo que se proyecta en las salas comerciales no lo sea, algunas películas siguen siendo buena prueba de por qué al cine se le llama séptimo arte.

La odisea de los giles

de Sebastián Borensztein. Argentina, 2019. 116.
30 de noviembre de 2019. Cines Los Prados, Oviedo.

En 2001 un matrimonio de una pequeña ciudad de la provincia de Buenos Aires convence a algunos amigos para juntar dinero con el que reabrir una vieja cooperativa agrícola. Con las mejores intenciones consiguen los dólares pero, en la víspera del corralito, el gerente y un abogado del banco los convence para que los pongan en una cuenta en pesos con la que tendrán más fácil conseguir un crédito por la cantidad que les falta. Así que sus dólares acabarán en una bóveda de seguridad en medio del campo. Pero esta vez los giles deciden que no van a serlo.

La nacionalidad y el elenco me animaron a ver una película de la que no esperaba mucho (si al final resultaba una comedia imbécil del tipo Ocho apellidos vascos, al menos tendría la gracia del acento). Pero, al contrario que Parásitos, La Odisea de los giles es una película con pocas pretensiones y mucho interés. Además de unas interpretaciones magníficas (los dos Darín, Luis Brandoni, Verónica Llinás y Daniel Aráoz están estupendos) la película de Sebastián Borensztein tiene un guión afinadísimo en el que la mala leche, la ternura, la ironía, la ingenuidad y la sutileza se combinan de forma perfecta con esa deliciosa agilidad verbal característica de los argentinos. La historia (y la pertinencia de las músicas) recuerda un poco a esos ajustes de cuentas tan bien contados que a veces firman los hermanos Coen y, aunque tiene más ternura que los impresionantes Relatos salvajes  de Damián Szifrón, no deja de tener también cierto parentesco con ellos. Nada menos.

jueves, 28 de noviembre de 2019

Parásitos

de Bong Joon-ho. Corea del Sur, 2019. 132.
28 de noviembre de 2019. Cines Parqueastur, Avilés.

A una familia que vive casi en un sótano y en la que ni los padres ni los hijos trabajan le empiezan a ir mejor las cosas. Un amigo del hijo se va por un tiempo fuera del país y le encarga que le sustituya en las clases particulares que da a la hija de una familia acomodada. Sin desvelar la relación entre ellos, el hijo consigue que su hermana le de clases al hijo menor de los potentados. Y luego que el padre sustituya al chofer y la madre a la asistenta. Así que todo parece ir muy bien hasta una noche en que la familia rica sale de la casa y los parásitos deciden quedarse en ella.

Entretenida, inquietante, divertida y, al final, sangrienta y truculenta. Comprendo perfectamente que Parásitos haya seguido varias semanas en las carteleras comerciales, lo que no entiendo es el valor que se le ha dado en algunos festivales (por ejemplo, la Palma de Oro en Cannes). No está nada mal la historia ni la forma de contarla, pero se me hace difícil encontrar, más allá de lo obvio, sutilezas, simetrías o lecturas que justifiquen que se haya convertido en una película casi de culto. Quizá sea que, por venir de Corea, un enredo que no aporta nada que no haya contado ya Berlanga parezca más valioso de lo que realmente es. Así que la veo con agrado, pero no creo que la recuerde como algo especial.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Hasta siempre, hijo mío

de Wang Xiaoshuai. China, 2019. 175.
27 de noviembre de 2019. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Dos matrimonios unidos por la amistad y por un tremendo drama. En un día de los años ochenta sus hijos discrepaban al borde de un pantano sobre si debían bañarse. Uno presionó al otro para que lo hiciera y este se ahogó. Aquella tragedia marcó las vidas de sus padres durante casi cuatro décadas. Un tiempo en el que China pasó de las herencias de la Revolución Cultural y la política del hijo único a esa extraña variante del capitalismo que ha convertido al país en un mastodonte completamente irreconocible.

Una larguísima epopeya familiar con tragedia al comienzo y ternura al final. Quizá sea que hoy estaba algo espeso, pero no se me ha hecho fácil reconocer el puzle de personajes que se nos muestran en distintos tiempos. No soy buen fisonomista (y menos para los chinos) así que este embarajamiendo de edades y escenas me ha hecho difícil seguir una historia que, contada de otra manera, seguramente me resultaría muy sugerente. Así que hecho de menos que este melodrama con pinta de estupendo no tenga la textura y la claridad de otro con el que tiene cierto parentesco. Me refiero a La vida invisible de Eurídice Gusmão de Karim Aïnouz que vimos en octubre en la Seminci. Seguramente la película china es tan estupenda como la brasileña pero yo seguí mucho mejor la historia de aquellas hermanas que la de estos matrimonios.

martes, 26 de noviembre de 2019

Los miserables

de Ladj Ly. Francia, 2019. 102.
26 de noviembre de 2019. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.

Stéphane se incorpora a la brigada de policías que trabaja en un barrio especialmente conflictivo de París. Sus compañeros son un tipo bastante pendenciero y otro algo más responsable. En las rondas de cada día se dan situaciones complicadas. Sobre todo por las provocaciones del policía macarra y algunos errores del otro. Como disparar una bengala a un adolescente que había robado un cachorro de león.

"No hay malas hierbas ni hombres malos, sino malos cultivadores". Con esa cita se cierra una película que desde el título hasta las localizaciones quiere rendir homenaje a Víctor Hugo. Un homenaje actualizado en el que hay referencias a los graves conflictos raciales y las tensiones con la policía que se han dado en París en las últimas décadas. Los tres policías son arquetípicos: el provocador, el dubitativo y el sensato. En la escena final parece sugerir que de la actitud de las nuevas generaciones y de los policías puede depender que se prenda o no la mecha de unos conflictos que siempre parecen bien cebados. Sea acertada o no esa tesis, lo cierto es que Ladj Ly filma con brío una historia ásperamente inmersiva sobre la cotidianidad del trabajo de unos policías nada ejemplares en un barrio miserable.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Madre

de Rodrigo Sorogoyen. España, 2019. 129.
25 de noviembre de 2019. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.

Hace diez años Elena perdió a Iván. Lo sabemos por esa desgarradora conversación telefónica que la madre mantiene con el niño perdido en una playa francesa. Desde entonces ella vive allí. Y busca en los rostros de los adolescentes que se encuentra en la arena algo que le recuerde a aquel hijo. Lo encontrará en un chico parisino con el que mantendrá una relación singular.

El primer plano secuencia es el sobrecogedor cortometraje con el que Rodrigo Sorogoyen obtuvo hace dos años un Goya y mereció conseguir también un Oscar. Solo por encontrarlo ahora como preámbulo en esta espléndida película ya ha merecido la pena venir a verla. Pero la historia continúa diez años después con el personaje doliente que interpreta una Marta Nieto impresionante acompañada magníficamente por el joven Jules Porier y por ese Àlex Brendemühl al que siempre da gusto ver. Madre es un verdadero ensayo sobre el duelo y el amor. O mejor dicho, sobre el consuelo y los amores. Una joya bilingüe que me confirma, no solo que Sorogoyen es un director sobresaliente, sino que, siendo impecable en películas tan buenas como Que Dios nos perdone o en Reino, donde se revela como un cineasta imprescindible es en los retratos humanos y en la forma en que sigue los movimientos de los afectos en películas como esta o Stockholm. Seguramente recibirá propuestas para hacer cine espectacular y sin duda hará obras magníficas, pero yo preferiría que hiciera más películas con caligrafías psicológicas y formales tan perfectas como estas.

Intemperie

de Benito Zambrano. España, 2019. 103
25 de noviembre de 2019. Cines Parque Principado, Lugones.

En el secarral español de los años cuarenta, un niño valiente huye de un capataz canalla. El niño solo tendrá la ayuda de un cabrero pero al perseguidor le sobran secuaces. Al final habrá un duelo al sol en versión ibérica.

Según la recuerdo, la fuerza de la novela de Jesús Carrasco estaba en el relato de una huída crudísima por tierras extremeñas desde la perspectiva de un niño. Sin embargo, Benito Zambrano nos tiene muy al tanto de la persecución y del perverso talante de los malos. Así que esa película seca, existencial y sobrecogedora que uno imaginaba leyendo la novela se ha convertido aquí en algo mucho más obvio. Tanto que hasta el lenguaje de muchos personajes está convenientemente adaptado para que resulte apto para los públicos urbanos. Y es una lástima porque en Intemperie había mimbres para una magnífica película. Aunque viendo esos créditos iniciales en los que el Grupo Planeta se encarga de aclarar que la novela que publicó Seix Barral les pertenece  a ellos y después de comprobar que no hay ninguna referencia a las tierras extremeñas que daban sentido a la historia está claro que los intereses de la producción han debido ser más importantes que la calidad del resultado. Una lástima.

domingo, 24 de noviembre de 2019

Cuando fuimos brujas

de Nietzchka Keene. Islandia, 1990. 78.
24 de noviembre de 2019. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

En un tiempo remoto y en un espacio lejano dos hermanas huyen tras la muerte de su madre que ha sido quemada por bruja. La mayor consigue enamorar a un viudo que vive solo con su hijo. La pequeña tiene visiones extrañas, entre ellas las de la madre del niño. Él no quiere que la recién llegada sustituya el recuerdo de su madre.

Ver a una Bjork preadolescente es uno de los alicientes de esta película en la que un guión en inglés y unos paisajes islandeses conforman una historia con una estética que me recuerda la del Bergman de El séptimo sello. Formas muy clásicas y contenidos casi míticos en una película que parece más antigua de lo que realmente es. De hecho, aún no ha cumplido tres décadas pero la vemos porque ha sido restaurada como las del cine más clásico.

Las vidas de Marona

de Anca Damian. Francia, 2019. 92’.
24 de noviembre de 2019. Teatro Jovellanos. 57º Festival de Cine de Gijón (Sección oficial). V.O.S.

Repasar la vida como en una película. Eso es lo que hace Marona, una perrita a la que acaba de atropellar un coche. Así sabemos que sus padres fueron un perrazo con pedigrí y una perrita mestiza y que nuestra Marona era la novena de su camada. A lo largo de su vida conoció y quiso a muchos humanos (aunque algunos no lo eran tanto). Desde el funambulista que la crió hasta la niña deliciosamente caprichosa con la que vivió en los últimos años.  

Una maravilla para todos los públicos. Un homenaje animado a la ternura y a la belleza. A la ternura que inspiran los animales y a la belleza que se percibe en unas imágenes llenas de referencias al arte. Una joya en esta tarde de domingo en que termina el festival que se proyecta porque ha recibido (y merecido) el premio del público. En el patio de butacas del Jovellanos solo había dos niños que, igual que los adultos, seguro que han disfrutado lo indecible con Las vidas de Marona. En este mismo fin de semana habrán sido muchos miles los que han sido abducidos por la hiperpublicidad de Frozen 2, ese producto con el que Disney ha secuestrado cientos de salas españolas impidiendo que se puedan ver otras películas en ellas. Por ejemplo, Madre de Rodrigo Sorogoyen que, igual que otras películas, ha desaparecido este fin de semana de la cartelera de nuestros cines para dejar sitio al primer fagocitador de públicos de la temporada invernal (dentro de pocas de semanas hará lo propio Star Wars sin que ningún gobierno se atreva a imitar la costumbre francesa de proteger a la cultura europea de la agresividad de la industria americana). Todo un síntoma de los tiempos. Pero, volviendo a lo que importa, ha sido estupendo que Las vidas de Marona haya sido la última película que hemos visto en esta edición de un festival que ha dado, como esperaba, el premio a la mejor película a Vitalina Varela de Pedro Costa. Entre el resto de las premiadas me alegro de que estén System Crasher (aunque solo sea con el premio a la mejor película dirigida por una mujer), Rondas (aunque solo sea con el premio a la mejor actriz) y Blanco en blanco (aunque solo sea con un premio un tanto marginal que concede una empresa). Me hubiera gustado que se hubiera reconocido el gran valor de la islandesa A white, white day, aunque solo fuera por aumentar la probabilidad de que se exhiba en España una película tan magnífica como esa. En todo caso ha sido un gustazo, como siempre, venir a Gijón estos diez días para cumplir este maravilloso rito anual de elegir y ver todo el cine que se pueda en este querido festival.

sábado, 23 de noviembre de 2019

Vitalina Varela

de Pedro Costa. Portugal, 2019. 124’.
23 de noviembre de 2019. Cines Yelmo, 57º Festival de Cine de Gijón (Sección oficial). V.O.S.

Vitalina Varela llega a Lisboa tres días después del fineral de su marido. Hace décadas que esperaba hacer este viaje desde Cabo Verde. Ahora ocupará la chabola en que vivía su marido como emigrante poco afortunado en Portugal.

Retrato cercano del duelo de una mujer formidable. Un personaje poderoso que evoca un pasado de anhelos y tristezas en Cabo Verde y Portugal. Una reflexión sobre la marginalidad del lumpen de los marginados en un país situado en los márgenes del Europa. Excepto la luminosa escena del final en el cementerio, la película se desarrolla en espacios nocturnos e interiores (incluso cuando no lo son). Bellamente iluminadas y compuestas, sus escenas son como estampas que tienen la belleza áspera  de los claroscuros tenebristas. Vitalina Varela es visualmente pictórica y con maneras más teatrales que cinematográficas. Sus textos, entre poéticos y oníricos, evocan más que muestran y eluden más que explican. Cuando comienza la proyección ya sabemos que la película ha sido la ganadora de esta edición del festival. No sé si el jurado la habría elegido si su autor no fuera Pedro Costa ni tampoco tengo claro si al seleccionarla no se estará premiando a si mismo reconociendo el valor de una obra que antes se consagró en Locarno. En todo caso, me alegra haber podido verla en este festival y mejorar así la imagen que tenía de este director cuando vi su extraña aportación a Centro Histórico, aquella espléndida película en la que compartía metraje nada menos que con Manoel de Oliveira y con Víctor Erice.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Piazzolla: Los años del tiburón

de Daniel Rosenfeld. Argentina, 2019. 90’.
22 de noviembre de 2019. Centro Niemeyer, Avilés. 57º Festival de Cine de Gijón (Sección: Radio 3 - Extensiones).

La preparación de una exposición en Buenos Aires sobre Astor Piazzolla sirve de motivo para que su hijo lo recuerde. Hablando de él y con numerosas imágenes y grabaciones de su vida y su trayectoria.

Para mi la emoción de la música de Piazzolla es el recuerdo del Libertango sonando en la azotea del hotel Plaza Fuerte de Montevideo en una tarde inolvidable. Así que no podía perderme la proyección en el Niemeyer de este documental sobre un artista que no sé si hacía o no tangos, pero que compuso e interpretó músicas fascinantes. Por suerte, Piazzolla ha tenido el documental que se merece. Exhaustiva y con multitud de imágenes que no hacen necesarios apenas otros comentarios que los suyos y los de su hijo, la película de Daniel Rosenfield no tiene nada que ver con los documentales convencionales que participan en la sección oficial y que se salvan por los temas tratados y no por sus valores formales. Así que ha sido una delicia musical y cinematográfica ahora que estamos enfilando el tramo final del festival.

Mano de obra

de David Zonana. México, 2019. 82’.
22 de noviembre de 2019. Cines Yelmo, 57º Festival de Cine de Gijón (Sección: Croossroads Zinemaldía/FICX).

Un grupo de albañiles está terminando la construcción de una vivienda muy lujosa en la Ciudad de México. Uno de ellos sufre un accidente mortal pero a su viuda le niegan la indemnización que intenta gestionarle su hermano que también trabaja en la obra. Tras el supuesto suicidio del dueño de la casa, empieza a vivir en ella. E invita a que también la ocupen varias familias compartiendo gastos.

La colaboración con el festival de San Sebastián nos ha permitido ver en Gijón esta película de la que tenía las mejores referencias. El contraste entre personajes populares que se instalan en esa arquitectura impersonal tiene una fuerza que hace que la película parezca imaginada por Buñuel y dirigida por un danés. Pocas veces el blanco inmaculado y las lineas posmodernas habrán tenido un contrapunto más surrealista que esas familias coloristas. Mano de obra es, además, muy coherente con ese contraste. El lenguaje es cálido y popular, pero el ritmo y el montaje tienen una frialdad muy nórdica. David Zonana se revela así como un director originalísimo. Algo así como Yorgos Lanthimos cuando dirigió aquella sorprendente película titulada Canino.

jueves, 21 de noviembre de 2019

As mortes

de Cristobal Arteaga Rozas. España, 2019. 75’.
21 de noviembre de 2019. Cines Yelmo. 57º Festival de Cine de Gijón (Sección: Rellumes).

En una aldea gallega un hombre mata a su mujer. No sabemos el motivo, pero parece que lo tenía muy claro. Van pasando los días y él manteniene relaciones normales con el vecindario mientras el cadáver de ella sigue sobre la cama.

Hace seis años Cristobal Arteaga Rozas dirigió El triste olor de la carne, aquella impresionante película en la que, en un único plano secuencia seguíamos por las calles de Vigo a un hombre con la vida embargada. Con el mismo actor nos lleva ahora a un entorno rural en el que sitúa una historia que comienza con una intensidad muy notable que luego no se mantiene. As mortes no está nada mal, pero la comparación con la anterior hace que casi me defraude.

Sacavém

de Júlio Alves. Portugal, 2019. 65’.
21 de noviembre de 2019. Escuela de Comercio. 57º Festival de Cine de Gijón (Sección: Esbilla). V.O.S.

Imágenes sobre el cine de Pedro Costa, el prestigioso director portugués del que el sábado veremos Vitalina Varela. En Sacavém hay comentarios muy atinados pero ningún testimonio rutinario. Se repasan aspectos de las películas de Pedro Costa y se dan algunas claves sobre su trayectoria.

La forma es coherente con el tema. No es un documental con gente que habla sobre algo. Ni un repaso convencional a la obra un creador especial. Sacavém es un documental singularmente valioso para quien haya seguido el cine de Pedro Costa. Pero a mi me faltan referencias. Aunque en parte las compensa el estupendo coloquio posterior con Júlio Alves, un director modesto, sensato, muy sabio y que, además, habla muy bien nuestra lengua.

Rondas

de Stephan Komandarev. Bulgaria, 2019. 106’.
21 de noviembre de 2019. Escuela de Comercio. 57º Festival de Cine de Gijón (Sección Oficial). V.O.S.

En la noche en que se cumplen treinta años de la caída del muro en Berlín y del comunismo en Bulgaria, tres parejas de policías hacen rondas en coche por las calles de Sofía. Les vemos mientras hablan, se escaquean, ayudan a otros, se corrompen y se comprometen. Son reflejo de un país europeo con sus virtudes y sus problemas. Igual que sus gentes. 

Hace dos años Stephan Komandarev se llevó merecidísimamente el premio al mejor guión por Destinos, aquella estupenda película sobre un taxista con la que conocimos a este director búlgaro en España. Así que no podía perderme esta nueva película en la que recorremos de nuevo las calles de Sofía, ahora en rondas policiales. El tono es diferente al de Destinos y el humor (bastante negro y muy nocturno) sustituye a la tensión que destilaba aquella historia intensísima. Cada parada de los policías es ya un corto extraordinario que merecería todos los premios, pero Komandarev consigue que esas pequeñas historias magníficamente trenzadas se conviertan en otro retablo imprescindible sobre el presente de su país y quizá también de Europa. Es una combinación impecable de intrahistorias mínimas y de miradas irónicas sobre el contexto que las enmarca. El suyo es un cine que atrapa a cualquiera, con diálogos perfectos y una tensión dosificada que convierte los cierres de estas rondas nocturnas en momentos de clímax sutilísimos magníficamente armonizados en esa escena final con letras tiernamente dislocadas. No sé qué premio ganará este año, pero cualquiera que tenga será bien merecido. En cualquier caso, ya tengo ganas de ver su próxima película con la que, según parece, cerrará la trilogía. Los búlgaros pueden sentirse muy orgullosos de tener un director como Stephan Komandarev. Y nosotros de haberlo tenido dos veces en la sección oficial de este festival.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Liberté

de Albert Serra. España, 2019. 132’.
20 de noviembre de 2019. Teatro Jovellanos. 57º Festival de Cine de Gijón (Pase especial). V.O.S.

Una noche en un bosque alemán antes de la Revolución Francesa. Encuentros sexuales disfrutados y contemplados por hombres y mujeres de distintas edades y condiciones diferentes. Hay carrozas varadas, novicias invitadas y hombres de hacen cosas o se las hacen. Es el placer de ver y ser visto. De hacer y dejarse hacer. De disfrutar con el dolor que se causa o con el que se recibe. Un libertinaje forestal que haría las delicias de Sade.

Animales nocturnos. Que se encuentran, se tocan, se dañan o se acarician. Entre ellos y a si mismos. Es un espectáculo en el que la mirada busca y no siempre encuentra. O a veces ve lo que no querría mirar. Les sucede a estos personajes que hablan poco antes de que la noche caiga y luego no dicen casi nada. No entendemos bien quiénes son ni cuáles son sus relaciones. Seguramente ellos tampoco. Ni los personajes ni los actores (de hecho, algunos ni siquiera lo son). Pero lo que importa es la densidad de esa atmósfera sexualmente estival entre los árboles. Con encuentros imprevistos e indefinidos en los que no importan las consecuencias. Es el placer en presente continuo. La realización de todos los deseos en medio de la noche. En su excelente presentación de la película, Albert Serra nos advierte de que será larga, densa y para muchos exasperante. De hecho, entiende que algunos se vayan de la sala antes de que pasen las dos horas y media largas que duran las imágenes de esa noche de placeres forestales. De hecho, así sucede y las salidas del público en la oscuridad del patio de butacas parecen prolongar las acciones y los sonidos de la pantalla. Quienes salen se levantan demoradamente y parecen molestos. No dicen nada, pero el ruido de sus cuerpos y de los contactos con las butacas, con las puertas y entre ellos me hacen pensar en que mientras se van están buscando o teniendo encuentros imprevistos en los bordes de la sala. Como en Serbis de Brillante Mendoza pero en el contexto aristocrático de este teatro gijonés. Liberté (y sus aledaños) es una experiencia exigente pero muy especial. Propia de un festival que no debe tenerle miedo a programar ese tipo de obras selectas por las que se supone que la gente va al Reina Sofía. No es cine para entretener, para pasar el rato, para desconectar enchufándose a resortes resabidos. Es un tipo de arte que merece tener su espacio y su tiempo: los de la última sesión de un día entre semana de un buen festival. Pero para muchos el verdadero espectáculo vino después de la proyección. Cuando el encuentro con Albert Serra se conviritió en un radical desencuentro con motivo de las dos primeras intervenciones en las que le reprocharon algunas decisiones en su película (no por lo sicalíptico de su contenido, sino por cuestiones de género). Y ahí comenzó un diálogo tan interesante como crispado sobre la corrección política, sobre la libertad y la responsabilidad del creador, sobre las funciones educativas de la ficción... En algunos momentos Serra hizo de Dalí y seguramente muchos solo vieron entonces su obligo. Por suerte, otros pudimos asistir al día siguiente a la lección magistral (que no master class) que dio en la escuela de Comercio sobre la metodología en el cine contemporáneo. Estuvo magnífico y demostró que no solo tiene grandes intuiciones como director, sino que también las tiene cuando habla sobre el cine. Le separa un mundo del carácter de Jaime Rosales o de Peter Brook y quizá no haya leído a ninguno de los dos pero, hablando de la fabricación cinematográfica o de la dirección de actores, expresa como nadie ideas que me han recordado a la lucidez del primero en las páginas de El lápiz y la cámara o a la sabiduría del segundo en cualquiera de sus libros. Fue un gusto escuchar a Albert Serra en la visita comentada que hace unos años hizo en Oviedo al Museo de Bellas Artes con motivo de la presentación de esa joya que es La muerte de Luis XIV. Y ha sido estupendo ver su nueva película en las mejores condiciones para una proyección pública y con el mejor contexto posible: el de sus lúcidos, egocéntricos y siempre fascinantes comentarios.

martes, 19 de noviembre de 2019

Santiago, Italia

de Nanni Moretti. Italia, 2018. 80’.
19 de noviembre de 2019. Cines Yelmo. 57º Festival de Cine de Gijón (Sección oficial). V.O.S.

Nanni Moretti repasa el contexto del golpe de estado de 1973 en Chile y lo que pasó después. Lo hace a través de los testimonios de chilenos que en Santiago o en Italia rememoran aquel tiempo y recuerdan la manera en que la embajada de Italia y luego su país acogieron a tantos refugiados chilenos que tuvieron que huir de la dictadura de Pinochet.

Un documental emotivo en el que da gusto ver lo bien que se lleva la expresividad del italiano con la musicalidad del acento chileno. Nanni Moretti muestra compromiso político y afecto por un país con el que el suyo supo portarse muy bien en aquellos tiempos en que la ilusión y la esperanza de un pueblo fueron truncadas por aquellos militares canallas que no dudaron en bombardear el palacio presidencial de su propio país. El documental es muy convencional en la forma (sucesión de caras contando recuerdos ante una cámara) y no está claro qué merezca estar en la sección oficial del festival, pero su contenido explica por qué el público ha llenado la sala esta tarde.

System Crasher

de Nora Fingscheidt. Alemania, 2019. 110’.
19 de noviembre de 2019. Cines Yelmo. 57º Festival de Cine de Gijón (Sección oficial). V.O.S.

Benni es una niña irascible y explosiva que no vive con su madre y está al cuidado de las instituciones alemanas de protección de la infancia. Ha pasado por varias familias de acogida y también ha tenido estancias hospitalarias en los momentos de crisis más graves. Su situación es muy difícil pero un cuidador hace todo lo posible por mejorarla.

Por el tema tiene algo que ver con Especiales, la película de Olivier Nakache y Erik Toledano que obtuvo este año el premio del público en el festival de San Sebastián. Pero la película alemana es más áspera y bastante mejor que la francesa. La protagonista y su entorno recuerdan a películas tan interesantes como Mommy de Xavier Dolan, Conducta de Ernesto Daranas o Las vidas de Grace de Destine Cretton. Nora Fingscheidt consigue un equilibrio sorprendente entre la ternura que a veces inspira esta Benni abandonada y el temible salvajismo de sus explosiones de agresividad. También logra huir de cualquier maniqueísmo en la presentación de un caso que no pretende ser paradigmático pero que resulta muy aleccionador para cualquiera que trabaje en profesiones relacionadas con la infancia y la adolescencia.  Pero más allá de lo bien que aborda un tema difícil como este, la película tiene la singularidad formal y la calidad que corresponde a la sección oficial de un buen festival. No sé si recibirá algún premio, pero ha sido estupendo poder verla en Gijón.

lunes, 18 de noviembre de 2019

La prunelle de mes yeux

de Axelle Ropert. Francia, 2016. 90’.
18 de noviembre de 2019. Cines Yelmo, 57º Festival de Cine de Gijón (Sección: Axelle Ropert). V.O.S.

Dos hermanos griegos en París. Son vecinos de dos hermanas, una de ellas ciega. Siempre que se encuentran en el ascensor hay importantes desencuentros entre los cuatro. Hasta que uno de los hermanos se hace pasar por ciego y las cosas cambian con la que lo es de verdad.

Axelle Ropert solo ha hecho tres películas pero este año el festival de Gijón ha decidido poner uno de sus focos en ella. Así que un tercio de su obra me parece una comedia boba, simple y blandita. Impropia del pedigrí de cine independiente y de autor que desde hace muchos años caracteriza a este festival. Y mi opinión no mejora tras el coloquio que siguió a la proyección.

El lago del ganso salvaje

de Diao Yinan. China, 2019. 117’.
18 de noviembre de 2019. Cines Yelmo, 57º Festival de Cine de Gijón (Sección: Croossroads Zinemaldía/FICX). V.O.S.

Un fugitivo espera a su mujer, pero llega otra. Ella se ofrece a ayudarlo, pero quizá solo trata de entregarlo a la policía. El motivo es que, tras una reunión de delincuentes, él disparó a un policía y ahora lo buscan por toda la ciudad.

Tiros, motos, lluvia, noche, garitos, persecuciones y un poco de comida al final. Con una fotografía que remite a la de Wong Kar-wai y una intensidad laberíntica que me recuerda a la de 7 cajas (después de ver la película de Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori me resultó inevitable visitar el Mercado 4 en Asunción), El lago del ganso salvaje es una película muy nocturna, algo confusa y con no pocas claves que seguramente serán más comprensibles para los chinos que para mi. Me pasó lo mismo viendo Largo viaje hacia la noche, aunque la película de Bi Gan me parece bastante mejor que esta. Aquí me sobran persecuciones, sangre y truculencias que hacen que sienta un tanto perdido y casi me aburra la película. No me disgustó Black Coal, Thin ice, pero creo que el cine de Diao Yinan está sobrevalorado en los festivales europeos.

Les perseides

de Alberto Dexeus, Ànnia Gabarró. España, 2019. 70’.
18 de noviembre de 2019. Casa de la Cultura, Avilés. 57º Festival de Cine de Gijón (Sección oficial). V.O.S.

Mar vuelve en verano a la casa vacía de sus abuelos en un pueblo con poca gente. Allí encuentra un viejo mapa y unas casetes que hablan de muertos enterrados de cualquier manera hace mucho tiempo. Sus búsquedas en las tardes de tedio y las conversaciones con otra adolescente le hacen pensar en fantasmas. Y también en lo que hizo su abuelo durante la Guerra. Un secreto familiar que Mar va desvelando.

Adolescencia, memoria histórica y personajes que hablan en catalán. Suficientes motivos para que hoy hayamos llevado a más de doscientos alumnos a esta extensión matinal que el festival de Gijón ha hecho en la Casa de la Cultura de Avilés. La película es parsimoniosa y sugiere más de lo que muestra, pero sirve para comprender que la historia de un país no se aprende solo en segundo de bachillerato y que los silencios familiares esconden secretos que merecen ser desvelados. Cosas de las que hablar en un coloquio como el que hoy siguió a la proyección. Y de las que seguiremos hablando en las clases de mañana.

domingo, 17 de noviembre de 2019

The projectionist

de Abel Ferrara. EE.UU., 2019. 81’.
17 de noviembre de 2019. Cines Yelmo, 57º Festival de Cine de Gijón (Sección oficial -no competición-). V.O.S.

Nicolas Nicolau dirige con pasión varios cines en el centro de Manhattan y en otras zonas más modestas como Queens. Abel Ferrara viaja con él a Chipre para conocer sus orígenes como hijo de trabajadores que emigraron a Nueva York a comienzos de los setenta. Cuando era adolescente combinaba sus estudios de secundaria con sus trabajos en los cines. Pero poco a poco su pasión y tenacidad le permitieron hacerse cargo de la gestión de muchos de ellos. La cosa le fue tan bien que en los ochenta pudo hacer un buen capital y comprar sus edificios. Pero su habilidad con los negocios y su voluntad de hacer dinero nunca han estado por encima de su compromiso con los cines y su empeño de que sigan estando presentes en la vida de las ciudades.

Quizá Nick es al cine lo que José Andrés a la cocina. Incluso hay un cierto parecido entre ellos. En el carácter, en sus raíces periféricas no traicionadas y en su compromiso con la ciudad y con la gente. Y también en su capacidad para enfrentarse con los poderosos para defender aquello en lo que creen. Abel Ferrara acompaña a este héroe de cerebro capitalista y corazón cinéfilo para que nos muestre sus afanes profesionales y nos cuente su vida. Y también la de esos cines urbanos que en los últimos cincuenta años él viene cuidando y defendiendo de la muerte segura que les depararía ese capitalismo anencefálico que propicia públicos domesticados con drogas seriófilas y formas de consumo amazonadas. Igual que hizo Sydney Pollack en sus Apuntes de Frank Gehry, Abel Ferrara acompaña al protagonista y se deja ver con él en un documental de apariencia modesta pero de intenciones y efectos muy notables. En esta sesión no hubo presentación ni coloquio posterior, pero nos resultó  inevitable aplaudir con fuerza al terminar la película. Algunos podrían aprender mucho de este documental en el que en ningún momento se cita a Netflix (no hay mejor desprecio que no hacer aprecio, decía mi abuela) y que, como este blog, reivindica algo que debería ser obvio: que el cine en el cine mejora nuestras vidas y hace más humanas nuestras ciudades.

De los nombres de las cabras

de Silvia Navarro Martín y Miguel G. Morales. España, 2019. 62’.
17 de noviembre de 2019. Cines Yelmo, 57º Festival de Cine de Gijón (Sección: Llendes).

Imágenes en blanco y negro de indagaciones sobre los canarios. Entre arqueológicas y etnográficas. Todas con el valor añadido que les da saber que todas tienen más de cincuenta años y que muchas de ellas registran las (pseudo)investigaciones de Luis Diego Cuscoy, un aficionado a estos temas que quiso documentar con imágenes sus afanes por construir un imaginario pretérito para los canarios.

Las imágenes se suceden sin apenas hilo conductor. Si acaso su disonancia con la voz del etnógrafo aficionado que pregunta a los viejos del lugar por los nombres de las cabras y por otras muchas cosas con el tono propio de quien cree estar haciendo algo muy importante que pasará a la historia. El resultado es soporífero para el espectador, de dudosa relevancia para el investigador y supongo que un poco desasosegante para cualquier canario.