martes, 26 de marzo de 2019

La casa de Jack

de Lars von Trier. Dinamarca, 2018. 150’.
26 de marzo de 2019. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Pulsiones sádicas de un neurótico obsesivo que mata a la gente por amor al arte. Al arte de asesinar. Uno a uno va trasladando los cuerpos de sus víctimas en una furgoneta roja hasta una gran cámara frigórifica que tiene en un callejón.

La voz en off y la presencia final del personaje que interpretó Bruno Ganz dan pedigrí de calidad a una película que está más próxima al cine sádico de Tarantino que al apasionado de Pasolini. Tras ver a solas una noche el Anticristo en los añorados Cines Marta creí que el director danés no podría ir más allá en sus desbarres inhumanos. Pero me equivocaba. Con La casa de Jack ha conseguido que esta tarde unos hayan escapado de la sala y otros hayan dejado escapar esas risitas estúpidas que les salen a algunos cuando la tensión se les hace insoportable. Los coqueteos cuasifilonazis, la truculencia obscena y la perreta misógina del director danés no se justifican ni compensan con los momentos bien escritos que el guión también tiene ni con la aparente voluntad reflexiva de altos vuelos estéticos y teológicos con que se pretende barnizar la aspereza de la historia. Así que, aunque la película parece presentarse como cine de culto yo la veo más adecuada para satisfacer la barbarie palomitera (de hecho, ha estado en las salas más comerciales ocupando el espacio del cine más gore). Me temo que, igual que a Tarantino, a von Trier le puede esa querencia por pasarse y por demostrarnos lo bien que se lo pasa el público mientras ve lo que no debería ver. En fin, que me parece mentira que este sádico de querencias existencialistas sea el mismo que dirigió Rompiendo las olas, Bailar en la oscuridad, Dogville o Melancolía.

domingo, 24 de marzo de 2019

In memoriam (la derrota conviene olvidarla)

de Marcos M. Merino. España, 2018. 75.
24 de marzo de 2019. Centro Niemeyer, Avilés.

Unos paisanos preparan el estibado para la entrada a una vieja mina al lado de un antiguo cementerio protestante. Unas niñas ensayan las tonadas que interpretarán en una fiesta de su pueblo. Unos hombres ordenan y digitalizan fotografías de gentes que vivieron hace décadas. Y unos estudiosos de la minería neolítica suben a la montaña y bajan a grutas que fueron explotadas hace miles de años. Son los asturianos de hoy en los valles mineros de antaño.

Igual que en ReMine, la cámara de Marcos M. Merino sigue siendo transparente. Mimetizada en esos entornos asturianísimos consigue captar la intrahistoria de unas gentes en retirada a las que ya solo parece quedarles la memoria. La de esa mina abandonada cuya fachada restauran, la de esos mineros prehistóricos de los que solo quedan reliquias, la de esas tonadas que cantan menesteres pretéritos y la que reflejan esos rostros anónimos que nos miran desde unas fotografías en blanco y negro. El subtítulo entre paréntesis parece aludir a la gesta crepuscular que retrataba su anterior película y explicaría el tono que Marcos M. Merino ha querido darle a este documental de formas contenidísimas y exigentes pero de contenido muy relevante. Al manos para quienes tengan interés en conocer algo de lo que queda en Asturias de aquel pasado minero.

viernes, 22 de marzo de 2019

Dolor y gloria

de Pedro Almodóvar. España, 2019. 108.
22 de marzo de 2019. Cines Parqueastur, Corvera.

Salvador Mallo (trasunto del propio Almodóvar) es un famoso director de cine que está abogiado por sus muchos dolores. La proyeccción en la Filmoteca de la copia restaurada de una película suya será la ocasión para reencontrarse con el actor que la protagonizó hace más de treinta años. Desde entones estaban distanciados, pero ahora compartirán recuerdos y heroína. También será la ocasión para que Salvador evoque su infancia y vuelva a encontrarse con otro hombre que fue su gran amor en aquellos años.

La marca Almodóvar es siempre garantía de calidad produciendo películas ajenas. Pero a mi pocas veces me lo ha parecido dirigiendo películas propias. Por ejemplo, la dos últimas  (reseñadas en este blog) me parecen fallidas o simplemente malas. Pero Dolor y gloria es bien distinta. El guión es mucho mejor porque se le nota mucho menos la escritura (y eso es un gran progreso en el caso de Almodóvar). Las evocaciones infantiles me parecen muy hermosas y resultan conmovedoras las escenas del reencuentro con aquel amante que interpreta Leonardo Sbaraglia y las de los diálogos entre Salvador y su madre. Aunque a mi me descoloca un poco esa cercanía (en la caracterización y en los gestos) entre el protagonista y el propio Almodóvar, debo decir que Antonio Banderas hace un magnífico trabajo (como también Leonardo Sbaraglia, Asier Etxeandía, Penélope Cruz, Julieta Serrano y Nora Navas). La ambientación y la fotografía son elegantes y muy gratas. Así que Dolor y gloria me parece una película que está entre lo mejor de un director del que no me suele gustar su estilo tosco y algo naif y del que tengo tendencia a encontrar defectos en la urdimbre y en las costuras de sus guiones.  Así que me alegro de poder reconciliarme con su trabajo. Ojalá que a partir de ahora sus dolores sean menos y, aunque su gloria no aumente, sus próximas creaciones sean tan buenas como esta.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Cantares de una revolución

de Ramón Lluís Bande. España, 2018. 79.
20 de marzo de 2019. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas.

Los cantares son los de Nacho Vegas y la revolución es la de octubre treinta y cuatro. Con imágenes actuales se van evocando los lugares emblemáticos de aquellos hechos. Hay textos con fondo rojo que jalonan un relato hecho con canciones rescatadas de aquel tiempo y con presencias silentes que quieren homenajear aquella revolución asturiana que no llegó a convertirse en español

Cine hierático con voluntad de hierofanía. El cine de Ramón Lluís Bande funda su dramatismo en la quietud. Los gestos y los movimientos están vetados. Como si las maneras de quienes posaban muy serios y muy quietos ante los fotógrafos hace casi un siglo marcaran la pauta de lo que debe captar la cámara de Bande. Ante aquellas fotografías, muchas veces dramáticas, no pocos espectadores mantienen esa actitud de respetuoso silencio que hace casi religiosas las contemplaciones de algunas exposiciones. Pero el silencio y la quietud es ya la condición propia del espectador en las salas de cine. Así que el cineasta ya puede contar con esas actitudes y es redundante que las subraye y reclame desde la pantalla. Por lo demás, salvo para los que sintonizan previamente con su discurso, Cantares de una revolución difícilmente tendrá mucho eco por sus valores cinematográficos fuera de Asturias. De hecho, ya se debe contar con ello porque lo que se dice o se canta en asturiano ni siquiera se subtitula en castellano (aunque, por si acaso, se subtitula todo en inglés).

lunes, 18 de marzo de 2019

El Gordo y el Flaco

de Jon S. Baird. Reino Unido, 2017. 97.
18 de marzo de 2019. Cines Parqueastur, Corvera.

La última gira de Stan y Ollie por los teatros británicos. Al principio piensan que cuando la terminen harán una nueva película. Pero esta gira será lo último que hagan juntos aquellos simpáticos tipos que aquí llamábamos El Gordo y el Flaco.

Un relato tierno sobre la lealtad y la amistad de aquella pareja de humoristas bondadosos. Bien ambientada y sin muchas pretensiones, El Gordo y el Flaco es una película que se ve con agrado. En todo caso, lo mejor son las estupendas interpretaciones de John C. Reilly y Steve Coogan. Por cierto, ¿cuándo veremos aquí Viaje a España, la película de Michael Winterbottom que, tras Viaje a Italia y El viaje, protagonizó Steve Coogan con Rob Brydon?

domingo, 17 de marzo de 2019

Oscuro y Lucientes

de Samuel Alarcón. España, 2018. 83’.
17 de marzo de 2019. Teatro Filarmónica, V Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo.

Las peripecias del cráneo perdido de Goya. Desde la muerte del pintor en Burdeos hasta los traslados de sus restos por distintos lugares de Madrid. Imágenes actuales dialogan con el relato que una voz en off va haciéndo al propio Goya de las indagaciones sobre lo que pudo pasar con su cabeza.

Reconozco que me cuesta entrar en esta película que al principio me parece una extensión al género del documental de creación de los irónicos e interesantes relatos que hace Nieves Concostrina en Radio Nacional. Al principio el texto me parece mejorable. Tampoco me convencen inicialmente esos desiguales juegos de contrastes entre el texto y las imágenes incidentales de los lugares sobre los que habla esa voz tan agradable. Sin embargo, poco a poco los defectos que encuentro son menos y las virtudes de la película me parece que aumentan. Y no solo en las imágenes y en el guión. También en los subtextos que hacen de esta historia sobre el cráneo perdido de Goya casi una excusa para una película mucho más interesante que trata de España y de la manera en que percibimos nuestra historia. Así que cuando termina la proyección y comienza el coloquio con su director ya estoy entregado a una película que ha ido de menos a más (a muchísimo más) y me parece que este estreno y este encuentro son un magnífico cierre para esta quinta edición de SACO. Y es que, además, quien le entrevista es Alfonso Palacio (el director del Museo de Bellas Artes de Asturias), alguien a quien siempre da gusto escuchar y del que cada vez estoy más convencido de que todo lo que hace lo hace bien. También conversar sobre cine.

Tres idénticos desconocidos

de Tim Wardle. EE.UU., 2018. 96’.
17 de marzo de 2019. Teatro Filarmónica, V Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo. V.O.S.

En 1980 tres gemelos se conocen en Nueva York. Son tres hermanos que fueron adoptados en una misma agencia hacía entonces diecinueve años. A los padres adoptivos no les informaron de que sus hijos tenían dos hermanos gemelos. Sus casos formaban parte de una investigación para estudiar la influencia de los genes y del ambiente en el desarrollo humano. Sin embargo, nadie la conocía ni había dado permiso para hacerla.

Un documental entretenido con forma de thriller que parece tener voluntad de denuncia de unas prácticas cuestionables. Sin embargo, no llega a tener la intensidad del drama de los niños robados que tan magníficamente nos contó Claudia en aquella estupenda obra de teatro que vimos hace un año en el Teatre Nacional de Catalunya. Ni tampoco llega a ser tan sutil al plantear los límites éticos de la investigación psicológica como la estupenda película Experimenter de Michael Almereyda sobre los trabajos de Milgram. Tres idénticos desconocidos es, por tanto, un documental ameno y bien armado, pero con un contenido menos relevante de lo que el tema promete.

sábado, 16 de marzo de 2019

Salvar la oscuridad

de Sriram Murali. EE.UU., 2018. 55’.
16 de marzo de 2019. Biblioteca de Asturias, V Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo. V.O.S.

La noche ya no es lo que era. Ver a simple vista la Vía Láctea es cada vez más difícil. La contaminación lumínica es generalmente tan desconocida como los cielos estrellados en las noches de verano. Sin embargo, también hay activistas que denuncian el absurdo de que algunas gasolineras tengan casi tanta luz por la noche como en el día. Y es que no solo los aficionados a la astronomía se ven perjudicados por la acrítica proliferación de luces LED de tonos azulados. También afecta a muchos animales y a algunas plantas. Y a nuestros ritmos circadianos.

Yo soy de los que recuerda haber visto la Via Láctea en las noches de verano. La iluminación de la carretera hace que ya no la podamos verla tan bien desde nuestra casa salmantina, pero el espectáculo sigue siendo magnífico alejándonos un poco y mirando al cielo un buen rato con el móvil apagado. Debe ser porque aprecio la belleza que nos ofrece la oscuridad de la noche por lo que soy tan sensible a la belleza de la luz natural y soporto tan mal esa epidemia blancoazulada que afea los interiores de los edificios y tantos lugares públicos con la moda de los LED. Por eso me ha encantado este película que bien podría pertenecer a esa estupenda iniciativa que es El Documental del Mes. A la proyección le ha seguido un coloquio interesantísimo en el que han participado dos activistas contra la contaminación lumínica. Así que aunque me he incorporado tarde a la programación de esta quinta edición de SACO (había visto ya buena parte de las películas que se han proyectado estos días), la primera que veo no me ha defraudado. Ni tampoco el magnífico coloquio que ha seguido a la proyección y en el que hemos podido aprender muchas cosas sobre este tema escuchando las oportunas apreciaciones de los representantes de la asociación Cielo Despejado.

miércoles, 13 de marzo de 2019

Jaulas

de Nicolás Pacheco. España, 2018. 96’.
13 de marzo de 2019. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas.

Concha y su hija viven con un hombre que las maltrata en una chabola. Un día las deciden alejarse de él y se van a casa de su hermana. Pero las cosas no mejoran porque el canalla las encuentra.

Los canarios y las jaulas como metáfora de la situación de estas mujeres. Jaulas tiene todos los mimbres para ser una película original y poderosa. El trabajo de los actores, la banda sonora, ese ambiente andaluz cuasilumpen y, por supuesto, los canarios, juegan a favor de una película que por momentos tiene un aire felliniano. También me ha recordado esa manera surrealista de mostrar seres angélicos en periferias sórdidas que hace tan sugerente el cine de la italiana Alice Rohrwacher en películas como El país de las maravillas o Lazzaro Feliz. Sin embargo, en Jaulas el todo no es más que la suma de las partes. Al contrario, la yuxtaposición de elementos que por separado serían buenos hallazgos y el empeño por llenar de persecuciones y truculencias la historia hacen que la película no llegue a ser tan buena como podría. Y es una lástima. En todo caso, con esta película el Valey estrena nuevo equipo de proyección que por fin tiene la intensidad lumínica y la nitidez que merecen las películas que aquí se programan. Y es un lujo. 

martes, 12 de marzo de 2019

The old man and the gun

de David Lowery. EE.UU., 2018. 93’.
12 de marzo de 2019. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Forrest Tucker atracaba bancos con maneras amables. Era un ladrón elegante que no robaba para vivir bien sino que vivía para robar bien. Lo hacía por gusto. Como el policía que lo buscaba y que finalmente se alegraba de no ser él quien lo atrapó.

El sábado veíamos la que probablemente será la última película que interprete Clint Eastwood y hoy vemos la que seguramente será la despedida de Robert Redford como actor. Los dos hacen de granujas venerables y deliciosos con los que uno querría compartir un viaje o un trago. The old man and the gun está ambientada en los años ochenta y hasta la textura de la imagen parece querer confirmar que ya han pasado tres décadas de los hechos reales en que se basa esta historia. Con esa lejanía David Lowery quizá pretende evocar los buenos tiempos de este actor cautivador. Sin embargo, Robert Redford es bastante más que aquel irresistible galán. De hecho, sigue estando estupendo en este papel sosegado de contenida alegría. Como también lo estaba cuando llenaba de sobriedad el drama de aquel personaje silente que interpretó hace cinco años en Cuando todo está perdido, la estupenda película de J. C. Chandor. Así que ha sido un gusto ver esta película que, igual que la del sábado, tiene el sabor de una despedida tranquila y alegre. Como debe ser.

sábado, 9 de marzo de 2019

Mula

de Clint Eastwood. EE.UU., 2018. 116.
9 de marzo de 2019. Cines Parqueastur, Corvera.

A Earl Stone, un octogenario que cultiva flores y no ha sabido cuidar la relación con su familia, le ofrecen un trabajo que parece fácil para alguien al que nunca han puesto una multa. Se trata de que conduzca muchos kilómetros llevando algo en su camioneta a lugar que se le indique. Al principio no es consciente, pero en esos viajes está haciendo de mula para un cártel mexicano.   

Parece que esta será la última película que interprete Clint Eastwood. Mula es una historia poco ambiciosa pero  su personaje me encanta. Parece primo hermano del de Gran Torino, aunque quizá un poco más amable y un poco menos amargado. Aunque Mula parezca solo un sencillo cuento moral, yo seguiría encantado acompañando a este anciano en su camioneta. Si todos los republicanos americanos fueran como los de los personajes que dirige e interpreta Clint Eastwood daría gusto tomarse algo con ellos. Clint, gracias por las horas buen cine que nos has dado. Te echaremos de menos.

70 binladens

de Koldo Serra. España, 2018. 100.
9 de marzo de 2019. Cines Parqueastur, Corvera.

Una mujer entra en una sucursal bancaria para pedir un préstamo urgente de 35.000 euros. En ese momento llegan dos atracadores que los retienen a todos. Van pasando las horas y ella encuentra la forma de salir bien parada de la situación.

Emma Suárez  y Nathalie Poza están bien en los papeles la mujer lista y la atracadora temible. Sin embargo, a la película le falta brío. La primera parte añade poco a situaciones vistas mil veces en el cine. Y la coda del tramo final debería estar mejor anclada y más desarrollada para aportar algo distinto a este tipo de historias. 70 binladens se ve bien pero seguramente se olvidará pronto.

viernes, 8 de marzo de 2019

El veredicto (La ley del menor)

de Richard Eyre. Reino Unido, 2017. 105.
8 de marzo de 2019. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Una importante jueza londinense tiene que resolver un caso sobre un joven de diecisiete años gravemente enfermo. El hospital pide autorización para transfundirle sangre y salvarle la vida, pero sus padres y él son testigos de Jehová y se niegan. La decisión de la jueza coincide con un momento en que su matrimonio no va bien.

Parece que la película va a tratar de dilemas de cierto calado ético pero, excepto en la escena de la sala de vistas y en la del hospital, la cosa no da mucho más de si. Tampoco se desarrollan suficientemente los matices del interesante triángulo afectivo en que se sitúa la jueza entre su marido y el adolescente. Así que si no fuera por las estupendas interpretaciones de Emma Thompson y Stanley Tucci y por lo agradable que resulta contemplar las atmósferas y los ademanes propios de la élite judicial inglesa, la película tendría muy poco interés. Eso sí, en el título se observa otra variante de la estupidez local con las películas extranjeras. En este caso no consiste en titularla en inglés, sino en retitularla de modo discutible y poner luego entre paréntesis el título original. En fin...

miércoles, 6 de marzo de 2019

Con el viento

de Meritxell Colell. España, 2018. 108’.
6 de marzo de 2019. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas.

Mónica trabaja en el mundo de la danza en Buenos Aires. Hace muchos años que dejó España, pero ahora vuelve a su pueblo burgalés porque ha muerto su padre. Allí pasará varios meses con su madre hasta que se venda la casa. Es un regreso a los orígenes y una oportunidad para que cicatricen las heridas de la relación con su hermana. 

A Meritxell Colell la conocí cuando estaba terminando esta película durante un taller que dirigió con su hermana en Gijón, en el marco de esa magnífica iniciativa que es CinEd. Fue una jornada intensa e interesante en la que tuvimos ocasión de analizar con cierto detalle esa joya titulada El espíritu de la colmena. Así que no me extraña nada la radical contención, el protagonismo del viento invernal en un pueblo de la España interior y la presunción de intensidad en los sentimientos de unos personajes que hablan poco pero de los que intuimos mucho. Es un tipo de cine que seguramente repele a aquellos que no consiguen ver lo que pasa cuando no pasa nada. A la proyección de la película asistió Mónica García que es de Salinas e, igual que su personaje, se dedica profesionalmente a la danza.  Además de comentarios muy oportunos sobre la película (y sobre el extraordinario trabajo de Concha Canal, esa actriz nonagenaria y no profesional que interpreta a la madre de su personaje), nos dijo que Meritxell está ahora en el norte de Argentina buscando localizaciones para una nueva película sobre ese mismo personaje tras este tiempo detenido. A mi, que me cautivan con cierta facilidad la contención interpretativa, la demora en el relato y la verdad con que se filman los entornos rurales (seguramente porque soy de los afortunados que tienen pueblo), no tendrá difícil conquistarme si en su nueva película prolonga la mirada con que ha filmado Con el viento y la traslada a un lugar tan querido como el corazón de América.

martes, 5 de marzo de 2019

Van Gogh, a las puertas de la eternidad

de Julian Schnabel. EE.UU., 2018. 111’.
5 de marzo de 2019. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.

Los últimos tiempos en la vida de Van Gogh. Los más apasionados, los más dramáticos y también los más productivos. Vemos su búsqueda de la luz y de los colores radicales en los paisajes franceses. Y el sufrimiento de una personalidad torturada que tuvo casi todo en contra. 

La semana pasada vi otra película sobre Van Gogh. Pero tiene poco que ver con esta. Van Gogh, a las puertas de la eternidad  está dirigida por un cineasta que también es pintor y fotógrafo y eso se nota (de Julián Schnabel tengo un curioso recuerdo de cuando presentó en pijama aquí su exposición de fotografías en los primeros tiempos del Niemeyer). Además de una reivindicación de aquel pintor aterrado, Schnabel quiere que la forma sea coherente con el contenido y para ello mueve su cámara con rapidez y plantea los planos con la voluntad de captar unas atmósferas tan densas como las pincelanas del pintor retratado. Pero, para que la película trascienda el mero relato de los últimos tiempos de la vida de Van Gogh (algo que no conseguía Loving Vincent de Dorota Kobiela y Hugh Welchman), Schabel cuenta con un actor extraordinario como es Willem Dafoe. Si en la película sobre Pasolini de Abel Ferrara el actor se transmutaba en el gran intelectual y cineasta italiano, aquí consigue un prodigio similar con el pintor holandés. Así que la coherencia entre la forma y el contenido (seguramente demasiado áspera para ciertos gustos cinematográficos) y la presencia de un Willem Dafoe superlativo hacen que uno agradezca que Schabel se haya atrevido a homenajear a un pintor sobradamente conocido y reconocido, pero no por ello menos fascinante.

lunes, 4 de marzo de 2019

Bienvenidos a Marwen

de Robert Zemeckis. EE.UU., 2018. 116.
4 de marzo de 2019. Cines Renoir Princesa, Madrid. V.O.S.

Marwen es el pueblo belga en el que Mark Hogancamp imagina y fotografía las aventuras de un soldado americano en la Segunda Guerra Mundial y de las espectaculares mujeres que lo protegen. Lo hace con figuritas que resultan ser trasuntos de él mismo y de las mujeres a las que aprecia. Es un mundo ingenuo situado en el jardín de su casa en el que encuentra refugio un hombre que perdió la memoria tras sufrir un brutal ataque homófobo. 

Dos películas entreveradas. La de las ficciones en Marwen con ese Madelmán y sus Barbies y la de ese ser desvalido que solo con ellas puede defenderse de sus terrores. Bienvenidos a Marwen es una historia sencilla y bondadosa apta para muchos públicos pero también es un retrato sutil  de ciertas fantasías masculinas llenas de ingenuidad erótica y de ese maniqueismo moral propio de las formas más básicas de la cultura americana. Aunque solo fuera por la singularidad de sus imágenes y por el carácter de cuento moral de varias capas (incluidas la de la crítica a la homofobia y la reivindicación de una cenicienta masculina) ya merece la pena ver esta curiosa película que confirma el atrevimiento y el buen hacer de Zemeckis.

Antonio López. Apuntes del natural

de Nicolás Muñoz Avia. España, 2019. 62’.
4 de marzo de 2019. Cines Verdi, Madrid.

Antonio López pintando, esculpiendo y charlando. En la calle, en el taller y en las salas de exposiciones. Con su familia, con sus ayudantes y con sus muchos admiradores. Vemos cómo se enfrenta a sus obras y cómo describe el trabajo del artista.

Da gusto ver trabajar a Antonio López. Y también escuchar su hermosa voz intentando expresar sentimientos profundos con palabras sencillas. Eso lo sabemos desde que Víctor Erice filmó esa película sublime que es El sol del membrillo. Por eso apetecía ver este atractivo documental en el que no se muestra nada nuevo sobre el pintor. Salvo ese momento singular en que Antonio López confiesa que no es capaz de ver de nuevo aquella película. No nos dice por qué. Pero uno piensa en el vertigo que debe dar mirarse en el espejo del tiempo intentando captar el tiempo en un cuadro y verse reflejado en una obra de ese otro arte cuya materia es precisamente el tiempo.

domingo, 3 de marzo de 2019

Figuras

de Eugenio Canevari. Argentina, 2018. 85’.
3 de marzo de 2019. Sala Berlanga, Madrid.

Stella y Paco son dos maduros que se quieren y viven juntos desde hace unos años en Barcelona. Ella tiene esclerosis lateral amiotrófica y depende de él. También en parte de su hija, que no vive con ellos. Ellas son argentinas y Stella no tiene actualizados los papeles de residencia ni se ha divorciado de su marido. Así que Paco no puede gestionar una ayuda para ella. Vemos las dependencias físicas y emocionales que se van dando entre los tres.

La cámara siempre está donde debe. Mayormente en los espacios interiores de ese piso del que Stella casi nunca sale. La enfermedad está en el centro de la película, pero no la agota. Ni agota al espectador, porque Figuras es más bien una historia de personas que hacen frente, con mejor o peor fortuna, a las dificultades de la vida. No es un documental, pero la historia está hecha de experiencias verdaderas y eso se nota en la fuerza de los sentimientos de lo que vemos en la pantalla. Hemos llegado solo a esta última película del ciclo Panorama Latinoamericano y he sentido no poder ver algunas de las que se proyectaron estos días en la Sala Berlanga (por ejemplo, Princesita de la chilena Marialy Rivas). Pero al menos hemos podido ver esta sencilla e intensa película que, sin ningún subrayado, muestra la delicadeza e intimidad con que el cine nos puede acercar a las periferias de la enfermedad.

Roma

de Alfonso Cuarón. EE.UU., 2018. 135’.
3 de marzo de 2019. Cines Verdi, Madrid. V.O.S.

La vida cotidiana de una familia en la Colonia Roma de Ciudad de México. El marido se va de casa y la mujer se queda con cuatro hijos, una abuela y dos criadas. Una de ellas es Cleo y también la dejará su novio cuando quede embarazada.

Una joya en blanco y negro. Un regreso visual, sonoro y casi tactil a la codianidad familiar de hace medio siglo. Una deliciosa inmersión en la vida del México urbano desde la mirada de una sirvienta. Una comprobación de la maravillosa diversidad y unidad cultural de quienes habitamos esta lengua. Alfonso Cuarón nos ofrece todo eso y mucho más en esta personalísima película de maneras clásicas y sonidos inconmensurables. Desde los créditos iniciales hasta los finales, la cámara nos da una lección continua de cómo seguir unas vidas. Con movimientos tan magistrales como el de la primera escena, el del recorrido circular por los espacios de la casa o los de las escenas de la mueblería y de la playa, Cuarón nos coloca en el lugar justo para que contemplemos la belleza de unos instantes que la memoria fijará para siempre. Las poéticas revelaciones de cuando era grande el hijo pequeño (seguramente el personaje del propio Cuaron en esta historia), las simetrías entre los dramas de las dos mujeres o el contrapunto que supone Fermín, ese novio machista y extravagante que abandona a la protagonista, son algunos de los mimbres de una historia tan sencilla y poderosa como los mejores clásicos. Con Roma Alfonso Cuarón no solo rinde tributo a su infancia y a esa mujer bondadosa cuyo punto de vista es el alma de la historia. También ha querido homenajear al cine y a su relación con las ciudades en esas aceras llenas de vida que preludian y prolongan la felicidad de quienes entran o salen de un cine. Pero poco de esto sigue vivo ahora. Las imágenes y el singular sonido de Roma requieren condiciones de proyección que solo existen en las salas de cine. Sin embargo, muchos han tenido que obviarlas y han visto (o creído ver) Roma en sus pantallas domésticas aceptando la envenenada invitación de Netflix, ese secuestrador (y devaluador) de creadores y espectadores que (con las demás empresas cinecidas) está finiquitando este arte que nació para ser público y compartido. El cine, junto con el teatro, es parte esencial de la vida de las ciudades y ha creado en ellas edificios bellamente emblemáticos concebidos para el encuentro. Pero el imperio invisible de esas empresas virtuales que promueven un consumo monádico va camino de convertirlos en no-lugares. Por eso Roma les parecerá un producto audiovisual más (eso sí, con pedigrí de calidad) a esos consumidores banales que creen estar viendo cine cuando miran pantallas privadas. La película de Cuarón solo se ha proyectado en tres ciudades de España. En Madrid solo en dos salas y obligando a los espectadores a elegir entre verla con subtitulos en inglés o con subtítulos en español. Como si los españoles fueramos idiotas o nos resultaran seres extraños los mexicanos con los que compartimos esta lengua. Sin embargo, en esa Roma subtitulada en español no se subtitula lo que se dice en inglés. Seguramente porque se presupone que esa es y debe ser la lengua de todos y que quien no la entienda es tan irrelevante (tan nadie) como esos personajes marginales cuyas palabras no se traducen indicando entre corchetes que están hablando en un idioma indígena. Pero los indígenas debemos ser nosotros, los nativos del verdadero cine, los que queremos seguir viéndolo en salas compartidas y los que sentimos como una agresión que se desprecie la lengua que habitamos más de quinientos millones de personas y que se nos quiera imponer otra. Quienes han perpetrado o contribuido al secuestro de esta joya (y quienes no dicen nada por ello) no son conscientes de la maravilla (y el derecho) que es (y debe ser) disfrutar del cine en su espacio propio. Quizá tampoco se dan cuenta de lo que mucho que nos jugamos cuando se juega con el respeto que merece una lengua. Los que, a pesar de todo, seguimos empeñados en ver el cine en los cines queremos seguir reviviendo en ellos historias maravillosas sobre niños, jóvenes, mujeres y familias de tiempos distantes en películas extraordinarias en blanco y negro como Roma (o Güeros, o La luz incidente o tantas otras). Y poder disfrutarlas con los maravillosos matices de la lengua que compartimos.