17 de noviembre de 2012. Cines Centro, 50º Festival de Cine de Gijón (sección: Rellumes).
Algo tiene en común la joven de esta película con la de aquel mejicanísimo Año bisiesto de Michael Rowe, que combatía su soledad con sexo hiriente. Las dos parecen varadas en sus vidas, aquella Laura por un dolor heredado del pasado, esta Amanda por el temor a un futuro que ve reflejado en su abuela Dolores. A esas dos jóvenes la vecindad con la muerte parece darles una oportunidad de redención. En el ritmo de algunas escenas (la llegada de la nieta a la casa de la abuela) se nota que es una opera prima, pero No quiero dormir sola tiene cierta voluntad de estilo y una notable capacidad para subrayar la simetría de las pieles, los gestos y los cuerpos de esos dos personajes a los que separa el tiempo de casi una vida y a los que une el parecido físico y la calidad de las actrices que los encarnan.