lunes, 3 de julio de 2017

Maudie

de Aisling Walsh. Canadá, 2016. 115’.
3 de julio de 2017. Cines Los Prados, Oviedo.

Tras la muerte de su madre, Maud vive con una tía que no la quiere. Su hermano ha vendido la casa familiar y ella padece desde pequeña una artritis severa que la incapacita bastante. Queriendo alejarse de su tía acepta trabajar como sirvienta para Everett Lewis, un pescadero extremadamente rudo. En su pequeña cabaña ella disfruta pintando con formas y colores de dulzura primitiva. Como el afecto que va creciendo entre estos dos seres humildes y conmovedores. En sus cuadros Maud incluye también el nombre de Lewis y, poco a poco, sus pinturas van siendo muy apreciadas dentro y fuera de Canadá. Pero ellos no abandonan nunca su vida modesta en esa cabaña mínima en la que se siguen queriendo hasta el final.  

Solo por las magníficas interpretaciones de Sally Hawkins y Ethan Hawke ya merece la pena ver esta hermosa película sobre la vida de Maud Dowley. Los dos consiguen reflejar con precisión las minusvalías de sus personajes. La minusvalía física de ella y la minusvalía emocional de él. Y los dos saben expresar el contrapunto que los hace tan complementarios y tan gratos para el espectador. La torpeza física de Maudie inspira inmediatamente compasión. Y también mucha empatía por su bondad natural y por la sutileza con que percibe y crea belleza en su humilde entorno. La torpeza afectiva de ese macho rudo, que es al principio Lewis, despierta más bien desagrado. Pero la forma en que Maudie consigue que veamos en él a un buen salvaje dispuesto a conocer y compartir con ella una vida feliz, hace que este pescadero tosco de Nueva Escocia me recuerde un poco esa extraña masculinidad confortable que hacía tan amable al personaje de Richard en Lóving, la última película de Jeff Nichols sobre el racismo en Virginia. Solo algunos subrayados musicales me parece que están de más en esta hermosa historia que no necesita ninguno. Maudie es una película sencilla y bien contada con la que Aisling Walsh demuestra que con dos actores soberbios y una historia conmovedora se puede conseguir que, tras pasar dos horas en esos paisajes bellísimos y en esa cabaña dulcísima, el espectador sepa que la pareja que los habitó le será inolvidable.