sábado, 23 de abril de 2022

Arthur Rambo

de Laurent Cantet. Francia, 2021. 87.
23 de abril de 2022. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.

Tras presentar su libro en un programa de televisión, Karim D. se dirige a la fiesta que ha organizado su editorial para celebrar la gran acogida que está teniendo. Pero la alegría durará poco porque en las redes se extiende como la pólvora la noticia de que Karim D. es también Arthur Rambo, el autor de numerosos mensajes racistas, machistas y homófobos. Él no puede negarlo. De hecho, era algo que hacía desde hace tiempo como humorada, desahogo o experimento antropológico. Sin embargo, esos mensajes son lo opuesto al contenido de un libro que estaba siendo muy bien recibido como denuncia progresista de la actitud francesa ante la inmigración. Que lo hubiera escrito el hijo de una argelina desde un barrio marginal lo hacía aún más valioso. Pero Arthur Rambo destruye en pocas horas toda la credibilidad de Karim D. Y eso hará mucho daño a quienes le ayudaron a publicar el libro, empezando por su madre. Y también a los que acogían como mucho agrado aquellos mensajes, empezando por su hermano.

Laurent Cantet retrata con precisión, no solo el ascenso y la caída en una sola jornada de un joven con talento, sino también los dos lados de la brecha que separa a los franceses muy franceses de los que no lo son tanto. Pero Arthur Rambo es, sobre todo,  una interesantísima disección de los efectos de esa compulsiva oralidad digital en presente continuo que puede ser tan dañina en unos tiempos en los que el futuro de las personas exige tener un pasado perfecto. La libertad de expresión, los efectos a largo plazo de las bromas del pasado o las radicales brechas sociales, culturales y generacionales que existen actualmente (no solo) en Francia, son también otros de los temas sobre los que Cantet da mucho que pensar en esta película. La conversación sobre ellos será con seguridad mucho más reflexiva y sincera si tiene lugar a la salida de un cine que si se cuartea en mensajes sincopados en las redes sociales. Y eso es cierto tanto en los avisperos tuiteros en los que la ira se contagia a la velocidad de las estafas piramidales como en los apacibles grupos guasaperos aparentemente confortables.