3 de abril de 2020. DVD, Avilés.
Un psiquiatra escéptico se ve sorprendido por la llegada imprevista de un hombre a su hospital. Se llama Rantés y dice venir de otro mundo. Su locura acaba resultando más coherente y compasiva que la forma de vida de los cuerdos. Y es que Rantés es capaz de cambiar las cosas de lugar pero también el lugar desde el que la gente se ha acostumbrado a ver las cosas. El psiquiatra no sabe si Rantés será realmente un enviado, pero a él no le gustaría hacer de Pilatos en este caso. Por eso lo mira fascinado cuando, en medio del manicomio, se queda hierático mirando al sudeste.
La primera película de Eliseo Subiela era otra de las que tenía pendientes entre los DVDs que me traje de San Telmo. Tiene ya más de treinta años pero sigue siendo muy interesante. El lado oscuro del corazón me encantó en su momento y a Subiela le debo haberme descubierto a Dario Grandinetti y también la delicia de saltar entre esas dos queridísimas ciudades del Río de la Plata (quizá por eso me gustó tanto leer La uruguaya del gran Pedro Mairal). Hombre mirando al sudeste es anterior y no menos cautivadora que aquella película sobre unos amantes. En esta historia psiquiátrica se cruzan referencias filosóficas, literarias, religiosas, pictóricas y musicales. Pero Subiela logra que su guión, más escorado hacia lo poético que hacia lo naturalista, maneje bien todos los mimbres y componga una obra enigmática que ha resistido muy bien el paso del tiempo. Las películas a las que se les nota la escritura corren el riesgo de caer en el subrayado o en la literaturización de las imágenes. En esto Eliseo Subiela podría recordar un poco aquí a Gonzálo Suárez, pero el argentino se queda más lejos que el asturiano de ese peligroso límite de lo redicho que acaba empalagando. Así que Subiela consigue que este Hombre mirando al sudeste resulte realmente perturbador. Hasta para psiquatras escépticos.